columnas

Memoria y destrucción: cuando manifestar se vuelve contradicción

Opinión.

El 2 de octubre, el 8 de marzo, el aniversario de Ayotzinapa… son fechas que nos duelen como país y que merecen recordarse con respeto. Sin embargo, preocupa profundamente cómo en algunos sectores la conmemoración se confunde con violencia, vandalismo y saqueo.
En la más reciente marcha del 2 de octubre volvimos a ver imágenes que no deberían repetirse: negocios saqueados, monumentos dañados, vidrios rotos y enfrentamientos con la policía. Lo mismo ha ocurrido en otras protestas, como las marchas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa o las conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer. El daño no es solo material: lo más grave es la distorsión del sentido original de estas luchas, que terminan siendo noticia por el destrozo más que por la causa.
 
El Dato Jurídico 
Desde el ámbito jurídico, vale recordar que el artículo 9º constitucional reconoce el derecho a reunirse pacíficamente para cualquier objeto lícito. Pero el mismo marco normativo establece límites: no se puede atentar contra la seguridad, la propiedad privada ni el orden público. El Código Penal Federal y las legislaciones locales sancionan daños a monumentos, mobiliario urbano y establecimientos. Porque en democracia, el derecho a manifestarse coexiste con otros derechos: el de transitar, el de seguridad y el de protección de la propiedad.
 
El Orden 
Aquí entra un punto crucial: la responsabilidad del Estado. El gobierno ha sido cuidadoso en no reprimir ni criminalizar la protesta, lo cual es correcto y debe reconocerse. Pero también es cierto que se ha mostrado excesivamente moderado en la defensa de los derechos del colectivo general, es decir, de la ciudadanía que sufre saqueos, bloqueos y daños a su patrimonio. Proteger la libertad de expresión no significa abandonar a la mayoría de la sociedad frente a la violencia. Un gobierno fuerte en democracia es aquel que garantiza el equilibrio entre libertades y orden.
¿Es Útil?
Y hay algo que no debemos perder de vista: vandalizar no soluciona nada. No evita que los sucesos conmemorados se repitan, ni honra de manera digna a las víctimas. Existen mecanismos mucho más efectivos: educación cívica, fortalecimiento institucional, políticas públicas de memoria, programas de no repetición y, sobre todo, espacios de diálogo y reconciliación. La verdadera forma de honrar la memoria es construyendo futuro, no destruyendo el presente.
 
Comparativa Internacional
Ejemplos internacionales lo demuestran: los memoriales del Holocausto en Alemania, las ceremonias en Hiroshima, o los homenajes en Nueva York tras el 11-S. Ahí no hay vandalismo disfrazado de protesta, sino memoria viva que enaltece a las víctimas y educa a la sociedad. En México necesitamos madurar nuestra cultura de la protesta: sí a la exigencia, sí a la memoria, pero no al vandalismo. La violencia solo alimenta a falsos colectivos que lucran con causas legítimas, desviando la atención de lo que importa: la justicia y la verdad.
 
Hay que ver 
Para observar en la semana: distintos sectores jurídicos, tanto nacionales como potosinos, han expresado su inconformidad ante la lenta respuesta del nuevo Poder Judicial, que enfrenta una compleja curva de aprendizaje en medio de dudas sobre la experiencia de quienes hoy lo encabezan. A la par, la reciente modificación a la Ley de Amparo abre un debate sobre el acceso real y efectivo a la justicia. Dos temas que marcarán agenda y pondrán a prueba la solidez de nuestras instituciones.
La memoria se honra con dignidad, no con destrucción. El reto está en entender que la protesta es un derecho, pero el respeto, la paz y la justicia también lo son.
Nos vemos.
 
OTRAS NOTAS