¿Cuánto de lo no dicho a tiempo, se ha ido quedando como un pesado lodo dentro de nuestro profundo interior? ¿Cuántas conversaciones pendientes permanecen aletargadas en el Alma, creando posiblemente tristeza, frustración, insatisfacción, impotencia o definitivamente cortes en relaciones importantes? ¿Cuántas conductas y costumbres de represión de emociones y pensamientos, nos han ido creando muros hacia los que amamos?
En muchas ocasiones no estamos preparados para las conversaciones profundas, porque duelen. Observar en el otro nuestra propia sombra, reflejarnos en un espejo que nos mostrará heridas o defectos de carácter, tendrá que ser cuando estemos dispuestos a sanar por fin, lo que incluso puede estar sin resolverse desde generaciones atrás. Y es que como humanos defendemos lo que nos ha hecho sobrevivir, a pesar de que lastime. Si desde mucho tiempo atrás las prácticas en la familia, en la sociedad o el colectivo han destruido, más que lo contrario, inconscientemente preferimos repetir, porque lo nuevo, aunque sea más sano o más conveniente, nos asusta. Por otro lado, nos conformamos con lo que realiza la mayoría y justificamos lo que a pesar de que no está funcionando, es lo que nos da identidad y nos hace encajar en el grupo.
Cuando dos Almas se abren a la comunicación profunda, en una sesión de terapia, en una charla, en la que se intenta con toda el Alma poder comunicarse con el otro, con un familiar, amigo(a) o incluso alguna relación laboral, sucede un milagro. Decirle al otro, lo que vemos o escuchamos, lo que eso nos hace sentir, lo que interpretamos, atrevernos a pedirle como necesitamos ser tratados, pedir disculpas, empatizar y negociar, es tejer amor, comprensión, unidad y sanación. Cuando alguien que amamos está en negación o no está abierto(a) a vulnerarse, entonces cada uno de nosotros puede trabajarlo en sus sesiones terapéuticas individuales, de grupo, en círculos de sanación o cualquier otra forma de expresión y autoconocimiento. Porque a pesar de que el interlocutor no está presente, no olvidemos que las almas se comunican constantemente. Sin embargo, cuando dos personas han abierto las puertas de su inconsciente y con amor, han decidido mirar hacia su mundo interno y hacerse responsables de sus heridas, dolores y proyecciones, la comunicación con los otros se abre y se liberan suposiciones, rencores, resentimientos y confusiones que lo único que hacían era permanecer como clavos en el alma.
La comprensión es el mejor y más noble regalo que podemos hacerle a otro ser. Cuando somos pequeños, buscamos unirnos y comunicarnos con nuestros padres, en la línea de lo emocional, lo intelectual, lo material, lo creativo y lo espiritual. Si alguna de estos vínculos está roto, es conflictivo o inexistente, es muy probable que lo repitamos con la pareja o con nuestras demás relaciones. Así que habría que mirar cada una de estas líneas para sanarlas en nuestro interior y de esa forma el/la adulto(a) que somos hoy, puede relacionarse con nuestro(a) niño(a) interno(a) poniéndole atención en cada una de estas instancias y de esta forma también a nuestros hijos y demás personas que se crucen en nuestro camino y por ende, no vivir incomunicados. ¿Hace cuánto tiempo que tuviste tú última conversación realmente profunda, es decir, una en la que comunicaste tus sentimientos con asertividad, sin culpar al otro, sin chantajear, amenazar o sobornar? ¿Cuándo fue la última vez en la que tuviste una conversación difícil, de esas que te llevan a un abrazo energético de comprensión y perdón? A veces, hay dos personas que se aman, pero que les falla su canal de comunicación. Afortunadamente esto tiene solución.
La comunicación profunda y sagrada, comienza con uno(a) mismo(a), cuando decidimos escucharnos a nosotros mismos con amor, respeto y empatía. También sucede que cuando estamos abiertos a la escucha del propio ser, la comunicación con el universo se eleva a lo inefable. De esta forma estamos más atentos al subtexto que yace bajo el decir del otro, es decir, somos más compasivos, porque hemos conocido nuestros propios dolores y dificultades para expresarnos. Cuando nos comunicamos sin juicio, podemos atrapar en el aire a los introyectos, es decir, ideas malignas sembradas en la profundidad de la psiquis, como, por ejemplo, “no soy suficiente”, “no puedo”, “soy erróneo(a)” y de esta forma sacarlas, para que entre una nueva luz, o bien arrancar las malas hierbas del alma, esas que se sembraron en antaño y que nos impidieron el discernimiento y saber en quien confiar y en quién no. Pero si no hablamos, si no expresamos, si no comunicamos valientemente, es muy difícil que esto se logre.
Te invito a la escucha plena, a atreverte a escribir tus sentimientos, tomar terapia, expresar lo no dicho, porque si lo haces te van a salir alas. Renacer discursivamente es una bendición y una escalera hacia la unidad y la luz. Lo que tu sientes querido(a) amigo(a) es sumamente importante. Eres valioso(a) y lo que tengas que narrar o expresar, es tierra fértil en el jardín de la conciencia.
Gracias por caminar juntos.
Tu terapeuta
Claudia Guadalupe Martínez Jasso.