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Árboles de la ciudad

'Bulevar de Ideas'

CAMINAMOS POR LA CIUDAD todos los días. A veces con prisa, otras distraídos, otras tantas con el celular como brújula y mapa. Pero hay algo que casi siempre está ahí, silencioso, inmóvil, sin pedir nada a cambio y sin que lo echemos mucho en cuenta: los árboles urbanos.

NO LES PRESTAMOS ATENCIÓN, salvo cuando florecen espectacularmente o cuando una raíz levanta la banqueta y casi nos hace tropezar. Y sin embargo, están ahí haciendo un trabajo callado, profundo, esencial.

EN UNA CIUDAD QUE ELEVA SU temperatura en verano, un árbol puede bajarla entre 2 y 5 grados centígrados en su entorno inmediato. Esa sombra es un refugio, una pausa, un descanso.

TAMBIÉN LOS ÁRBOLES LIMPIAN el aire. Uno solo puede absorber hasta 20 kilos de dióxido de carbono al año. Son como pequeños pulmones verdes repartidos por la ciudad, luchando contra el smog que nosotros mismos producimos.

NO SE QUEJAN, NO PROTESTAN. Solo trabajan. Y cuando llueve, sus raíces ayudan a que el agua no se vaya directo al drenaje, sino que se infiltre, se quede, alimente la tierra.

TAMBIÉN HAY ÁRBOLES QUE cuentan historias. El laurel del jardín público donde aprendiste a andar en bici, el jacaranda que pintaba de morado la banqueta de la casa de la abuela, el ficus frente a la escuela que ha visto pasar generaciones. Los árboles urbanos son memoria viva. Son testigos de lo que somos.

Y SIN EMBARGO, LOS TRATAMOS como si estorbaran. Los mutilamos sin conocimiento, los arrancamos para hacer una cochera o ampliar la calle, los olvidamos cuando construimos banquetas de concreto hasta el tronco, asfixiándolos poco a poco. ¿Por qué nos cuesta tanto verlos como amigos?

PERO PLANTAR ÁRBOLES NO BASTA. Hay que cuidarlos, podarlos con conocimiento, protegerlos. Y sobre todo, entender que son parte de nosotros. Que una ciudad sin árboles es una ciudad más ruidosa, más caliente, más sucia… más triste.

LOS ÁRBOLES TAMBIÉN ENSEÑAN, porque son una lección de paciencia, de resistencia, de adaptación. Un árbol urbano crece entre el concreto, soporta el hollín de los coches, la sequía, el vandalismo, los cables eléctricos que lo obligan a crecer torcido, pero, aún así, sigue adelante. Florece. Se rehace. ¿No es eso también una metáfora de nuestras propias vidas en la ciudad?

ADEMÁS, AUNQUE NO NOS demos cuenta, contribuyen al valor inmobiliario. Una calle arbolada no solo es más bonita: también es más codiciada. Los árboles elevan el valor de las propiedades, hacen más atractivos los negocios cercanos y fomentan un sentido de pertenencia.

NO ES CASUALIDAD QUE EN LOS barrios más antiguos o apreciados de muchas ciudades los árboles parezcan abrazar la calle. Son parte de la identidad urbana, del carácter del lugar.

TENER ÁRBOLES URBANOS NO ES un lujo. Es un derecho. Así como exigimos servicios, pavimento, seguridad o alumbrado, deberíamos exigir un arbolado bien planeado y bien cuidado. Porque los árboles no solo son decoración; son infraestructura verde.

LOS ÁRBOLES CUENTAN CON nosotros, seamos sus defensores en las calles de la ciudad.

@jchessal

 

 

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