San Luis Potosí, SLP.- Automovilistas que buscan estacionarse en la zona del Mercado de la Merced, en pleno corazón del Centro Histórico de San Luis Potosí, se enfrentan a una situación contradictoria, los parquímetros instalados en la esquina de Morelos y Pascual M. Hernández llevan días fuera de servicio, pero las sanciones continúan aplicándose como si funcionaran con normalidad.
De acuerdo con los testimonios de conductores, los tres aparatos colocados en ese punto no responden, obligando a los usuarios a desplazarse a calles aledañas en busca de un dispositivo operativo para cubrir la tarifa. Esto implica caminar varias cuadras, a pesar de que la demanda de estacionamiento en la zona es alta y la permanencia de los vehículos debe resolverse en cuestión de minutos.
La molestia es evidente,“no es justo que nos hagan sentir pagar multas cuando los equipos ni siquiera funcionan”, señalaron afectados. Esta situación pone en evidencia una contradicción en el modelo de recaudación municipal, se exige al ciudadano cumplir puntualmente con el pago, pero el Ayuntamiento no garantiza que la infraestructura básica opere de manera correcta.
La falla de los parquímetros no solo es un inconveniente logístico, sino un recordatorio de la falta de mantenimiento y de atención oportuna por parte de las autoridades municipales. Los equipos de cobro, que deberían facilitar la movilidad y ordenar el uso de los espacios, terminan convirtiéndose en una trampa para el usuario, quien no camina cuadras extra para encontrar un parquímetro funcional corre el riesgo de ser multado.
El trasfondo es claro, si la ciudadanía está obligada a pagar por estacionarse en la vía pública, lo mínimo que se esperaría es que el servicio funcione. De lo contrario, el sistema no regula la movilidad, solo genera sanciones y, con ello, un clima de desconfianza hacia la gestión municipal.
El caso de los parquímetros descompuestos en la Merced abre una pregunta de fondo, ¿se trata de un sistema de ordenamiento vehicular o de una caja recaudatoria disfrazada? Mientras las autoridades no atiendan las fallas y mantengan la infraestructura en condiciones, lo que se castiga no es la falta de civismo de los automovilistas, sino su paciencia y confianza. Un modelo de movilidad que se sostiene en equipos descompuestos y multas automáticas está condenado a perder legitimidad.