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La ciudad política

'Bulevar de Ideas'

UNA CIUDAD NUNCA ES LA misma. Cambia con el tiempo, con las generaciones de habitantes que la pueblan y, sobre todo, con la política. No es lo mismo caminar sus calles bajo un gobierno obsesionado con la obra pública que bajo otro preocupado por el control administrativo.

CADA ADMINISTRACIÓN IMPRIME un sello: el pavimento nuevo que borra la memoria de las piedras viejas; la estatua que aparece en la glorieta recordando quien sabe a qué prócer; el programa de vivienda que multiplica fraccionamientos, residenciales o de vivienda social, según el color del partido; o la política de austeridad que deja parques secos y edificios deteriorados.

LA POLÍTICA MOLDEA LA CIUDAD porque decide para dónde fluye el presupuesto, qué es lo que se mantiene y qué lo que se abandona. El trazo de una avenida no solo responde a necesidades de movilidad, sino también a intereses electorales o inmobiliarios. Una ciudad puede crecer hacia donde la lleva la planeación técnica, o hacia donde la empuja el poder y el dinero.

BAJO GOBIERNOS QUE privilegian la seguridad, las calles pueden sentirse vigiladas, controladas, restringidas; bajo gobiernos que apuestan por la cultura, la misma ciudad puede sentirse vibrante, abierta, festiva. Lo mismo pasa con el espacio público: puede convertirse en escenario de ferias y conciertos, o en territorio alambrado con rejas y cámaras.

LA POLÍTICA, EN ESTE SENTIDO, no solo cambia lo visible: cambia la manera en que los habitantes sentimos la ciudad.No existe una ciudad “natural”; es, en el fondo, una construcción política. Lo que vemos hoy en sus avenidas, en sus parques, en sus plazas, es la suma de decisiones tomadas en oficinas de gobierno.

NO HAY BACHE QUE NO SEA también el resultado de una omisión presupuestal, ni puente que no sea la manifestación de un cálculo político. La ciudad que habitamos es siempre hija de intereses defendidos y de otros sacrificados en aras del Poder y los colores de las ideologías, cuando hay.

BASTA VER EN CÓMO CAMBIA EL centro histórico bajo distintos mandatos. Puede ser objeto de programas de rescate, con calles peatonales, luminarias nuevas y promoción turística, o puede ser condenado al abandono, con fachadas deterioradas, negocios cerrados y tráfico caótico.

LO MISMO OCURRE EN LA periferia. Allí donde un gobierno impulsa fraccionamientos sin planeación, la ciudad se fragmenta en islas de vivienda sin transporte ni servicios, a menos que electoralmente sea rentable, en cuyo caso, será todo lo contrario. La diferencia entre una ciudad habitable y una caótica no se encuentra en la geografía, sino en la política.

POR ESO, CUANDO HABLAMOS DE la ciudad, conviene preguntarnos: ¿Qué intereses la conducen? La política no es un asunto lejano, reservado a los debates de élite; es algo que se palpa al caminar, que se respira en la calidad del aire, que se nota en la seguridad de una esquina iluminada o en la oscuridad de un callejón.

LA CIUDAD POLÍTICA ES LA DE A deveras.

@jchessal

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