Conforme el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) ha crecido, también lo han hecho sus filas interminables. Aunque desde este año todos los asientos para funciones públicas son numerados, la experiencia del certamen fílmico sigue marcada por la espera: filas, filas y más filas.
Según estimaciones de los organizadores, entre los 11 días de festival asisten al menos 400 mil personas, mientras que el programa anual alcanza los 700 mil espectadores.
Solo en el TIFF se concentran más de 80 mil asistentes diarios en cinco sedes que abarcan más de 30 salas de proyección, con alrededor de 95 filas organizando el ingreso de quienes tienen boleto.
Las filas más codiciadas son las de Rush Line, destinadas a los compradores de último minuto que esperan conseguir un asiento en funciones agotadas.
Para los largometrajes más perseguidos, se forman entre 150 y 900 personas, aunque solo entre cinco y 25 logran entrar gracias a cancelaciones de último momento.
Este año, los títulos más demandados han sido The Testament of Ann Lee, John Candy: I Like Me, Taner, Hamnet, Couture, Frankenstein, Erupcja, Bad Apples, Sentimental Values y Christy, entre otros.
El furor por The Testament of Ann Lee, protagonizada por Amanda Seyfried, ilustra el fenómeno. Tras su aplaudido estreno y excelentes críticas que la perfilan como contendiente en la temporada de premios, más de 250 personas se presentaron esta mañana para la última función en el TIFF Lightbox 1, la sala más grande del festival. Aunque se llenó por completo, unas 240 personas se quedaron fuera.
En este TIFF, donde la paciencia se convierte en parte de la experiencia, hay cinéfilos que madrugan desde las 6 de la mañana con la esperanza de entrar a su función soñada, aunque no siempre lo logran.
Se calcula que de los 80 mil asistentes diarios, al menos 15 mil se forman en vano y deberán esperar otra oportunidad, ya sea en una nueva proyección o hasta el estreno comercial.