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El diálogo a golpes

Opinión.

Vaya momento que atraviesa la vida pública de nuestro país, estamos en una nación polarizada, intolerante y ante ello una incapacidad de dialogo que no solo afecta a la clase política, sino que impide un desarrollo armónico de la sociedad, ello dado que impide encontrar elementos que faciliten la integración.
 
El grado de polarización no es culpa de un hombre, pero si aquellos que ejercen el poder lo azuzan, su crecimiento se vuelve exponencial e incluso se utiliza como una estrategia electorera que lo único que hace es romper los espacios comunes que construyen la democracia, por la dicotomía entre los bandos.
 
Esta semana el Senado de la República durante el desarrollo de la Comisión Permanente nos mostró como día a día la polarización se acrecienta, daña a las instituciones y a la salud de la República; fuimos testigos no solo de un día negro para la vida parlamentaria de México, sino que debe ser motivo de preocupación para aquellos que nos asumimos como demócratas.
 
Gerardo Fernández Noroña es todo aquello que juro destruir, aquel que se reconocía como faro de la democracia, es el propio extintor que mostró su verdadero rostro al ser parte de la elite del poder; aquel que hace un año lloraba de emoción por romper los techos que le impedían crecer en la vida pública, hoy construye la propia loza que lo manda a lo que el mismo definió como el basurero de la historia.
 
El tribuno Fernández Noroña siempre fue un crítico de que las presidencias de los órganos legislativos limitaban su derecho a expresarse, y ahora que ejerció dicha función, no solo replicó dichas dolencias, sino que incluso desde su posición puso frenó a los debates que era incomodos para el partido mayoritario.
 
El “camarada” opositor cuantas veces pregonó que renunciaba a los lujos que le concedía su posición de legislador, la austeridad republicana era su bandera; pero cuando el dinero entró por la puerta, la justa medianía se convirtió solamente en una frase adorno que no se ajustaba en los parámetros dictados por él.
 
Se debe decir que Fernández Noroña no solo representa aquella política dañina para la democracia, sino que su incapacidad de diálogo, su necedad de levantar siempre la voz llevó al senado hasta un punto en el que la comunicación son los golpes.
 
Cuidado, de no caer en la dicotomía de que, criticando a Fernández Noroña, se defiende al legislador del PRI, ya que Alejandro Moreno en sus venas fluye la incapacidad de escuchar a los priistas y de construir consensos y de imponerse a toda costa; pero sin lugar a duda, la Presidencia de la gran tribuna del federalismo mexicano alentó que el Senado fuera un espacio de pelea y no de construcción de un bien común.
 
El pleito que todos hemos visto pintó a los legisladores de cuerpo entero, a uno como brabucón de cantina (frase usada por él mismo contra sus pares) y otro como un opositor sin capacidad de razonar antes de actuar; pinto a la clase política de forma integral, por un lado, unos aprovechando su posición de mayoría y por otro a una oposición tan chiquita y disminuida que no tiene la capacidad de articularse a sí misma, ni con la sociedad.
 
Fernández Noroña tenía tiempo señalado de forma recurrente por escándalos que mostraban el farsante que es, pero Alejandro Moreno le dio el pretexto perfecto de victimarse como un hombre que fue violentado por un par; ese es el problema de la oposición, que simplemente no racionaliza su actuar y sigue perdida en el pensar que con gritar conseguirá votos.  
 
Triste semana para el país y como sociedad debemos considerar la siguiente reflexión y esto es: que entre más se polarice el país y más se impida el diálogo entre todos, más riesgo tenemos de avanzar en la destrucción de nuestra democracia
 
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