plano informativo

El sindicato pedagógicamente huérfano

Opinión.

En el mundo de hoy se libra un debate que va al corazón mismo de la educación: la tensión entre las pantallas y los libros, entre la inmediatez digital y la profundidad intelectual. El New York Times lo advertía hace unas semanas: los niños han perdido la capacidad de leer con calma, porque la lógica del celular los arrastra al zapping cognitivo. Al mismo tiempo, en Estados Unidos emerge con fuerza un movimiento inesperado: el regreso a la educación clásica, basada en el trívium, el quadrivium y la lectura de grandes obras, como antídoto frente a la superficialidad digital.
 
Mientras en el mundo se discute cómo rescatar la lectura lenta o cómo volver a Cicerón, Homero y Santo Tomás para recuperar rigor y pensamiento crítico, en México el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) parece haber decidido que su misión no es pedagógica, sino electoral. La pizarra ha sido sustituida por la pancarta; la pedagogía, por el mitin.
 
Del magisterio al mitin
 
No es nuevo que el SNTE haga política. Lo ha hecho desde su fundación, con el PRI, el PAN y hoy con Morena. Pero lo inquietante es el abandono de su misión educativa.
¿Cuándo fue la última vez que escuchamos al sindicato convocar a un debate nacional sobre comprensión lectora, formación docente, matemáticas o inteligencia artificial en las aulas?
¿Dónde está la voz sindical frente a la invasión de TikTok en las clases, frente a un sistema que pierde concentración y capacidad crítica?
 
La respuesta es incómoda: en ninguna parte. El SNTE se ha vuelto un operador político eficaz, pero un actor pedagógicamente analfabeto. Mientras los maestros de base lidian con aulas saturadas, carencia de materiales y familias que no leen un solo libro al año, sus dirigentes se concentran en candidaturas, cuotas y pactos electorales.
 
Un contraste doloroso
 
En Estados Unidos, las escuelas con enfoque clásico han crecido más de un 60 % en la última década. Padres y comunidades buscan profundidad como respuesta a la dispersión digital.
En México, en cambio, seguimos atrapados en la ilusión de que repartir tabletas equivale a mejorar la educación.
 
La pedagogía ha quedado reducida a trámite administrativo, y las palabras que dominan los discursos sindicales son “defensa de la cuarta transformación” o “unidad con el proyecto de nación”. Lo educativo queda subsumido por lo electoral.
 
El costo de este extravío es evidente: en PISA 2022 México ocupó el lugar 51 en lectura y el 58 en matemáticas. En 2025, no hay un plan nacional robusto para revertir esa caída.
 
La verdadera dignidad magisterial
 
El SNTE gusta de hablar de “dignidad magisterial”. Pero la dignidad del maestro no se mide en mítines ni en repartos de cuotas: se mide en la capacidad de formar lectores, pensadores y ciudadanos críticos.
Si no hay lectura, si no hay pensamiento profundo, no hay dignidad. Solo simulacro.
 
La sociedad mexicana necesita recordar que el sindicalismo educativo no fue creado para ser satélite del poder en turno, sino para defender la pedagogía como corazón de la escuela.
 
Una reforma desde la sociedad
 
Quizá haya llegado la hora de plantear una reforma sindical desde abajo, desde la sociedad y desde los propios maestros, que devuelva al SNTE el protagonismo pedagógico que le pertenece. Porque si el sindicato insiste en ser comité de campaña, los que perderán no son sus líderes: serán los niños.
 
Niños que, incapaces de leer más allá de un meme, cargarán sobre sus hombros la factura de este extravío.
 
Como advirtió Hannah Arendt:
 
“La educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir la responsabilidad de él.”
 
Hoy, en México, esa responsabilidad ha sido abandonada en el mitin. Y el precio lo pagan, en silencio, nuestros estudiantes.
 
OTRAS NOTAS