Desde el Lunar Azul
Pues nada, que las huestes panaderas al parecer se quieren reactivar. Sacaron la vajilla azul, desempolvaron los discursos de Gómez Morin y hasta se atrevieron a relanzar una revista de nombre solemne: Gobernanza. Sí, porque nada grita más “modernidad” que un PDF bimestral donde te cuentan cómo inauguraron un contenedor de basura “sustentable” o cómo organizaron un panel de “equidad de género con perspectiva interseccional”.
El detalle irónico es que el PAN nació como reacción al autoritarismo del PRI y bajo la bandera del humanismo cristiano, esa doctrina que se resume en “Dios, familia y libre mercado”. Durante décadas fueron los guardianes de la moral, los que advertían contra el relativismo, los que juraban que México solo se salvaría con valores firmes. Y sin embargo, en 2025, los vemos subiéndose al tren del wokismo, organizando conferencias sobre menstruación digna y lenguaje incluyente, mientras al mismo tiempo siguen citando a Gómez Morin en las sobremesas.
¿En qué momento el partido que prohibía bailar pegadito terminó aplaudiendo paneles sobre diversidad sexual con lenguaje neutro? ¿En qué punto el partido que se decía defensor de “la vida desde la concepción” comenzó a tomarse fotos con banderas arcoíris para rascar votos de los jóvenes urbanos que ni saben qué significa el “humanismo cristiano”?
No es que esté mal abrirse a nuevas agendas —faltaba más—, pero el problema del PAN es que lo hace desde la incoherencia. Porque un día organizan talleres de “igualdad de género con perspectiva decolonial” y al siguiente, en la misa dominical, prometen defender “los valores de la familia tradicional”. Eso no es apertura, es esquizofrenia política. Y lo peor: todos lo notan.
Y si no, basta ver su berrinche con el nombramiento de Genaro Lozano como embajador en Italia. Ahí sí, los panistas se deshicieron en críticas sobre la “falta de experiencia diplomática” y lo “ideologizado” del perfil. Claro, porque ellos, que alguna vez mandaron a políticos reciclados a cónsules y embajadas de premio de consolación, hoy juran defender la meritocracia diplomática. El colmo: que un partido que se arrodilló ante la cuota y el reparto, ahora se rasgue las vestiduras porque al académico televisivo le tocó Roma y no Querétaro.
El PAN se convirtió en ese ex que, con tal de llamar la atención, cambia de look cada semana. Fue conservador moral, luego defensor de mercados, después socio del PRI, ahora se disfraza de progresista. Mañana quizá se declare feminista radical. Pero la pregunta es: ¿qué es el PAN hoy, además de un oportunista desesperado?
La contradicción es brutal. Los mismos que en 2000 se burlaban de la izquierda “marxistoide” hoy usan el mismo discurso de “equidad” para intentar pescar votos millennials. Los que en los 90 se opusieron ferozmente a la agenda de género, hoy aplauden conferencias sobre “menstruación digna” en el Comité Nacional. Y todo, claro, mientras siguen vendiendo la fábula de que su identidad está anclada en principios inamovibles.
La paradoja es tan evidente que parece un sketch: el PAN, fundado para resistir al PRI, terminó pactando con el PRI; el PAN, que presumía la Biblia y la familia, ahora habla de “interseccionalidad y paridad”; el PAN, que decía ser oposición seria, hoy se vende como moderadamente woke. Y entre tanto disfraz, nadie sabe cuál es su verdadero rostro.
Lo que queda claro es que la desesperación electoral lleva a contradicciones grotescas. Porque sí, el PAN mantiene gobiernos estatales sólidos, sí, aún conserva un voto duro en el Bajío, pero al intentar abrazar al mismo tiempo a la Virgen de Guadalupe y al feminismo radical, al libre mercado y al ambientalismo de moda, al lenguaje inclusivo y a la misa de seis, solo logran verse como lo que son: un partido que ya no cree ni en su propia doctrina.
Desde este Lunar Azul, solo una advertencia: la fe perdida no se recupera con discursos reciclados ni con banderas que contradicen tu historia. Y si el PAN cree que poniéndose la camiseta del wokismo va a recuperar lo que Morena le arrebató, alguien debería decirles que no hay maquillaje ideológico que tape 86 años de conservadurismo.
Hasta aquí subió la roca.