Vértice
Estimadas amigas y amigos de plano informativo, a veces creemos que las palabras son solo eso, palabras. Pero en realidad construyen la forma en la que vemos el mundo. Lo que no nombramos, lo dejamos fuera, y lo que dejamos fuera termina por volverse invisible.
Por eso vale la pena hablar del lenguaje, no como un debate académico ni como una moda pasajera, sino como una herramienta para reconocer a todas las personas que forman parte de nuestra vida. Cuando decimos solo “los alumnos”, “los ciudadanos” o “los compañeros”, ¿qué pasa con las demás? ¿dónde quedan?Puede sonar a detalle mínimo, pero esos detalles se repiten todos los días, en la escuela, en el trabajo, en la política. Y cuando se repiten, se convierten en norma. La norma marca lo que existe y lo que no. Nombrar es reconocer, y reconocer es dignificar.
No se trata de imponer reglas estrictas ni de regañar a nadie por cómo habla. Se trata de abrir los ojos y darnos cuenta de que, con un mínimo esfuerzo, podemos hacer sentir a alguien visto. Para quien siempre ha sido incluido quizá no parece importante, pero para quien ha estado al margen, escuchar que por fin se le nombra puede significar mucho. Puede ser la diferencia entre sentirse invisible o sentirse parte.El debate sobre el llamado “lenguaje inclusivo” muchas veces se queda en lo superficial. Que si suena raro, que si deforma el español, que si nadie lo entiende. Lo mismo se dijo cuando empezamos a escuchar en discursos públicos “las y los ciudadanos”, y hoy nos parece lo más normal. La lengua cambia porque la sociedad cambia. No es una pieza de museo: es algo vivo, que evoluciona con nosotros.
En lo personal, creo que no se trata de pelear por una vocal ni de complicarnos con fórmulas imposibles. Se trata de empatía. De saber que nuestras palabras pueden herir o pueden sanar. Que con un gesto tan sencillo como incluir, estamos tendiendo un puente.
Pensemos en lo cotidiano: en la maestra que saluda diciendo “buenos días, niñas y niños”; en el jefe que felicita a “todas y todos por su trabajo”; en la autoridad que reconoce que la ciudadanía está formada por mujeres y hombres, jóvenes y adultos mayores. Son frases pequeñas, pero que transmiten un mensaje grande: aquí cabemos todas las personas.
Nombrar es dignificar. Y si nuestras palabras tienen la capacidad de hacer sentir a alguien parte de algo, entonces vale la pena usarlas bien. Porque al final no estamos hablando de gramática, estamos hablando de humanidad.
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