Cuando alguien en Estados Unidos o Europa piensa en “comida mexicana”, muchas veces la primera imagen no es un mole o una cochinita pibil, sino un burrito gigante, nachos con queso amarillo o fajitas servidas en sartén de hierro. Esa es la influencia del Tex-Mex, un estilo culinario nacido en la frontera de Texas y el norte de México, que se convirtió en un fenómeno global. Pero ¿qué tanto representa realmente a México?
1. El nacimiento del Tex-Mex
El término Tex-Mex surge de la contracción de “Texas Mexican” y originalmente se refería a la comunidad mexico-americana en Texas. Su gastronomía nació de la mezcla entre ingredientes mexicanos tradicionales, como el maíz, el chile y el frijol, con productos más disponibles en Estados Unidos, como la carne molida, el queso cheddar y la harina de trigo.
Según la investigadora culinaria Robb Walsh, autora de The Tex-Mex Cookbook, los primeros restaurantes Tex-Mex aparecieron a finales del siglo XIX, cuando familias mexico-americanas adaptaban recetas caseras para venderlas a público anglo en cantinas y “chili parlors”. Con el tiempo, se popularizaron platos como el chili con carne, las enchiladas con queso amarillo, los tacos duros y los nachos, inventados en 1943 en Piedras Negras, Coahuila, por Ignacio “Nacho” Anaya.
2. Tex-Mex en el imaginario internacional
Durante décadas, el Tex-Mex fue la principal puerta de entrada a la comida mexicana en el extranjero. En Estados Unidos, cadenas como Taco Bell, fundadas en los años 60, llevaron al mainstream una versión americanizada de tacos y burritos que poco tenían que ver con la tradición culinaria mexicana.
En Europa, el fenómeno explotó en los 80 y 90: restaurantes de “comida mexicana” servían nachos, fajitas y burritos gigantes como si fueran auténticos, moldeando la percepción de generaciones enteras. Hasta hoy, para muchos europeos, “cocina mexicana” significa principalmente Tex-Mex.
De acuerdo con la Oxford Companion to Food, esta confusión ha llevado a que los términos “mexicano” y “Tex-Mex” se usen indistintamente fuera de México, a pesar de las grandes diferencias culturales y gastronómicas entre ambos.
3. El debate: ¿auténtico o impostor?
El Tex-Mex ha sido históricamente criticado en México por “distorsionar” la verdadera cocina nacional. Platillos como los tacos duros con lechuga, los burritos rellenos de arroz y crema agria o la omnipresencia del queso cheddar son prácticamente inexistentes en las cocinas tradicionales del país.
Chefs y cronistas gastronómicos han señalado que esta mezcla refuerza estereotipos simplistas de lo que es la comida mexicana. Sin embargo, reducir el Tex-Mex a un “engaño” sería injusto.
Como señala el historiador Jeffrey Pilcher en Planet Taco, el Tex-Mex es una cocina auténtica en sí misma, nacida de la experiencia de la comunidad mexico-americana en la frontera. No es una imitación fallida, sino un género propio: una fusión cultural que refleja historia, migración y adaptación.
En lugar de criticarla, deberíamos celebrarla como un giro distinto de la tradición mexicana, una cocina mestiza que honra tanto al maíz y al chile como al queso cheddar y la carne molida. Es, en otras palabras, el sabor de dos culturas que se encontraron y crearon algo nuevo.
4. El Tex-Mex como embajador involuntario
Aunque no represente la riqueza regional mexicana, el Tex-Mex abrió camino para la curiosidad global hacia la cocina mexicana auténtica. Muchos comensales que probaron por primera vez unos nachos o un burrito terminaron buscando más y descubriendo platillos como los tacos al pastor, el pozole o el mole poblano.
En ese sentido, el Tex-Mex funciona como una “puerta de entrada”. Una vez que la cocina mexicana comenzó a ganar prestigio internacional,con chefs como Enrique Olvera o Daniela Soto-Innes, los comensales empezaron a distinguir entre Tex-Mex y auténtico.
Hoy el Tex-Mex es un estilo gastronómico globalizado. Existen cadenas de restaurantes Tex-Mex en Asia, Europa y Medio Oriente.
En ciudades como Londres, París o Berlín, proliferan restaurantes que mezclan ambas tradiciones: ofrecen tacos al pastor junto a nachos con queso, un híbrido que refleja la globalización culinaria.
Incluso en México, especialmente en el norte y en zonas turísticas, el Tex-Mex ha encontrado un espacio propio, no como sustituto de la cocina tradicional, sino como parte de la cultura de frontera.
La imagen de la cocina mexicana en el extranjero ha estado marcada por el Tex-Mex, con luces y sombras.
Por un lado, ha generado estereotipos que reducen la complejidad de la gastronomía mexicana a una versión simplificada y americanizada. Por otro, representa la creatividad y resistencia cultural de los mexico-americanos, que encontraron en la cocina un modo de adaptarse sin renunciar a sus raíces.
Hoy, el reto está en educar a los comensales internacionales: la cocina mexicana es mucho más que Tex-Mex, pero también el Tex-Mex es parte de la historia. Ambas tradiciones, con sus diferencias, cuentan una historia de mestizaje, migración y adaptación que vale la pena reconocer.