El fracaso social, jurídico, moral de una sociedad se ve cuando se asoma a la indiferencia, las instituciones mueren lentamente, son carcomidas por un cáncer que hace metástasis en todo un pueblo, convertido en un rebaño sin rumbo, obscenamente conformista, como diría Nietzsche en su libro El Anticristo, “la personas siguen ciegamente las costumbres y creencias establecidas, renunciando a su propia voluntad y capacidad de pensar críticamente”. Seguir siendo del rebaño acumula conformidades, aún cuando su existencia se vea comprometida ante instituciones que le han abandonado.
Los mexicanos observamos en ocasiones cómplices, como nos hemos deteriorado, la manera de aceptar la violencia, como si fuera una parte esencial y fundamental de nuestras vidas. Los años han pasado 40, 50, desde que la glotonería norteamericana por las drogas se disparó, arrastrando a muchos a someterse a los caprichos de un mercado cada vez más demandante. Tomando en cuenta que, a partir de ahí, con un régimen a la mexicana sumiso apostando al neoliberalismo, arrodillado a los caprichos del gobierno de Washington, la pobreza creció, la desigualdad se apoderó de las ciudades y pueblos, las oportunidades de crecimiento personal se desvanecían, todo ante la mirada indiferente, ideologizados en el fanatismo económico liberal de quienes nos gobernaban.
Al verse cerradas las oportunidades de vida de la sociedad, la creciente corrupción y la férrea labor del poder judicial fomentadores de la impunidad, el crimen organizado en todas sus modalidades se apoderó del “rebaño más humilde”, (sin estigmatizar a la pobreza como generadora de criminales), pero a falta de ser visibles, muchas personas preferirían ganar dinero fácil, aun cuando sus vidas fueran a encontrar un final trágico. Los generadores de violencia (organizada), se convertirían a la postre, en malos ejemplos para que cualquier sujeto pueda delinquir si tener miedo de la justicia, el criminal común ya aprendió, aunque perpetre sus fechorías solo, bien sabe que las leyes en manos de los jueces actuales son letra muerta; por la corrupción compran, con la impunidad conviven y así, seguirán divirtiéndose en libertad.
Hoy delinquir es tan sencillo, que desafortunadamente nos ha llevado a verlo como cosa natural. Lo privado está a merced de un ladrón en cualquier parte de la ciudad, la honra de una mujer puede verse vulnerada por un violador escondido en una esquina. Los actos criminales más infames son los crímenes cometidos contra los frágiles de la sociedad, los ancianos, los discapacitados y los niños, estos últimos, que deberían ser la parte de mayor cuidado, son los blancos fáciles, pero en esta sociedad enferma, son los sometidos a mayor riesgo de agresiones, maltratos, secuestros, aniquilamiento, desapariciones.
Tal es el caso del niño Fernandito secuestrado, torturado y asesinado, en el municipio de La Paz, Estado de México. Tres sujetos engendros enfermos, se les ocurre aplicar su propia ley, asistieron a cobrarle a su madre mil pesos de renta de la vivienda que le alquilaban, al ver que no tendrían el pago, decidieron llevarse al pequeño como si fuera objeto de intercambio prendario, lo secuestraron. La madre con cierto grado de discapacidad de nombre Noemí, a los cuatro días fue al ministerio público a presentar la denuncia, posteriormente acompañada por algún buen vecino, se presentaron a la casa de las mujeres secuestradoras, el desafortunado el hallazgo, Fernandito estaba muerto, con un golpe de martillo en su cabeza, terminaron con su vida, no sin antes haberlo torturado, con puñetazos en el tórax, en sus piernas, una verdadera bestialidad.
Dos mujeres y un hombre fueron detenidos, acusados de secuestro y asesinato.
En las indagatorias se dieron cuenta que el niño Fernando, por si fuera poco, también sufría de maltrato de parte de su padrastro alcohólico, incluso fue denunciado sin que hicieran caso en el DIF municipal, el destino de Fernandito estaba marcado, su pecado, su madre no tenía 1000 mugrosos pesos y se topó con personas “enfermas de criminalidad”.
Tres grandes pecados sociales llevaron al pequeño a la muerte, la falta de atención institucional del Poder Judicial, pese a denuncias ignoraron a la madre, a sabiendas que los delitos eran graves, secuestro, desaparición de personas, la justicia abandonó a la suerte a su madre. Con mayor gravedad la institución que debería dar protección a personas vulnerables el DIF municipal, no solo ignoró los llamados de auxilio por el hecho delictivo, paso por alto la condición de discapacidad intelectual de la mamá, por último, la sociedad, vecinos indolentes, callados, cómplices, conocían de las brutales golpizas que le propinaba el padrastro; Solo tapaban sus oídos, cerraban sus ojos, embozaron sus bocas.
Indignante la decisión de la gobernadora Delfina Gómez y la presidenta municipal del La Paz, al presentarse a la primera audiencia en el juzgado, sin mas aviso, removieron a la abogada de Noemí, Gloria Fabiola Villa, ahora se sabe que la abogada, cuestionó la actuación de las autoridades de todos los niveles, la decisión de su remoción casualmente fue después de una reunión con la gobernadora y la alcaldesa Martha Guerrero, la abogada presume que así evitarían se ventilaran cuestiones politicas. Noemí ahora, “casualmente” es objeto de atenciones sin precedentes, despensas, atención médica, psicológica y nuevo abogado, un funcionario del ayuntamiento de La Paz.
Una vida inocente se perdió, muchos Fernanditos pasan violencia, la sociedad prefiere mirar al cielo, las autoridades cuidar su imagen ya maltrecha, corrupta e ineficiente.
Descanse en paz
Nos saludamos pronto
Oscar Esquivel.