Lo mejor de la vida, ya lo tiene Dios, y es para nosotros. En manos del Señor, está la dicha, que algún día ha de llegar.
Sin embargo, mientras caminamos por este mundo, estamos en riesgo de equivocar el rumbo.
El mal, nos hace confundir lo bueno con lo malo.
Pero, el corazón no se equivoca, y late en busca de su bien.
Dice el salmo 26: “El corazón me dice que te busque, y buscándote estoy”.
Al final del tiempo, será posible alcanzar, lo que tanto anhela el corazón.
Dice Jesús: “ No temas, rebañito mío, porque tú Padre ha tenido a bien darte el Reino”. (Lc. 12).
No tengamos miedo a perder, lo que tiene que perderse. Porque eso, podría ser el obstáculo, que impida alcanzar las alegrías del cielo.
Dios sabe bien, que es lo que necesitamos, para llenar el corazón.
Por tanto, hay que estar atentos, con la mirada puesta en lo que vendrá.
Si buscamos, y esperamos con fe, al final tendremos aquello, que esperamos y creímos.
Desde ahora, es posible vivir la dicha, gracias a la fe.
Dice San Pablo: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven”. (Heb.11).
Hay que estar alerta, con la fe despierta, y la esperanza hacia adelante; para que, desde ahora, podamos vivir con gozo.
Dice el Señor: “Dichosos aquellos a quienes su Señor, al llegar, encuentre en vela”. (Lc.12).
No dejemos que el miedo nos paralice y distraiga, sin distinguir el verdadero bien.
Si vivimos en espera, y constante alerta, podremos recuperar la gloria.
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».