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HOMILÍA: ¿En qué se gasta la vida?

No hay nada tan importante, como la vida. Pero, sin una clara jerarquía de valores. Éstos, quedan invertidos, y dejamos para el último, el cuidado de la existencia.
 
El corazón tan frágil, siempre está en riesgo de quedar comprometido; porque, lo llenamos de afectos a personas  y cosas, que algún día tendrán que perderse, y dejarán el corazón lastimado y también perdido.
 
Y, por estar enfocados, en lo que suponemos nuestro bien, podemos caer en un desequilibrio, que acabe con la paz y  la armonía.
 
Los afectos mal orientados, nos hacen amar lo que  tiene que perderse; y, una vez perdido, deja una fatiga emocional, nada fácil de superar.
 
Ya lo  dice el Evangelio: “Y dirigiéndose a la multitud, dijo: Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. (Lc.12).
 
No empeñemos  el corazón por lo inestable. Ya que, todo tiene  que pasar, y los dolores  quedan.
 
Dice la Escritura: “En efecto, ¿qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y afanes bajo el sol?  De día dolores, penas y fatigas; de noche no descansa. ¿No es también eso van a ilusión?
 
Los hombres se desgastan por  un  éxito pasajero, sin tiempo siquiera, para saborearlo.
 
Pero la ignorancia, nos mueve a dar exagerada importancia a lo relativo
 
Algunos, por ganar más, estan perdiendo vida. Y ésta, no es  un bien renovable.
 
Otros, se afanan en lograr fama y poder, pero eso, dura poco.
 
San Pablo nos recomienda: “…pongan todo el corazón en los bienes del cielo…”. (Col. 3).
 
No pongamos el corazón en lo que se pierde, porque al perderlo, nos sentiremos perdidos.
 
Ya que, “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión”. (Ecl. 1)
 
Los éxitos, que desgastan, pasan  pronto, y dejan un desgaste que acaba con la armonía; los eventos suceden, cediendo paso a  la fatiga.
 
Por tanto, no hay que dar el corazón, a lo que tarde o temprano,  tendrá que perderse.
 
Pbro. Lic.  Salvador González Vásquez.
 
 
 
 
 
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
 
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
 
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
 
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha”.
 
Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
 
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
 
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».
 
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