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Pensar con el cuerpo

Punto Crítico

Twitter: @Mik3_Sosa

¿Y si el pensamiento no ocurriera solo en el cerebro? Durante siglos, la filosofía y la ciencia occidental han sostenido que la mente es un fenómeno aislado del cuerpo. Sin embargo, en las últimas décadas, una nueva corriente ha desafiado esta perspectiva: la cognición corporizada. Este enfoque propone que nuestros procesos mentales están profundamente ligados a las experiencias sensoriales, corporales y al entorno que habitamos. Pensamos, sí, pero lo hacemos con todo el cuerpo, no solo con la cabeza.

La idea de una mente encarnada ha cobrado fuerza en campos como la neurociencia, la psicología cognitiva y la filosofía de la mente. George Lakoff y Mark Johnson, en su obra "Metáforas de la vida cotidiana", sostienen que nuestro pensamiento abstracto se fundamenta en experiencias físicas. Por ejemplo, usamos metáforas espaciales como “estar arriba” para referirnos al éxito, porque físicamente lo alto representa dominio. Estas conexiones no son casuales: son reflejo de cómo el cuerpo estructura la forma en que interpretamos el mundo.

Pero ¿por qué es importante repensar la relación entre cuerpo y mente? En un mundo donde el estrés, la ansiedad y la desconexión emocional están en aumento, comprender que nuestras emociones, pensamientos y decisiones emergen de un sistema mente-cuerpo-ambiente integrado nos permite recuperar la unidad que hemos perdido. Así, prácticas como el mindfulness, el yoga o la danza consciente ya no se ven solo como “alternativas” terapéuticas, sino como medios legítimos de comprensión y transformación.

En el ámbito educativo, por ejemplo, la cognición corporizada invita a repensar la enseñanza. Ya no se trata solo de transmitir datos, sino de activar el cuerpo en el aprendizaje. El movimiento, el juego y la manipulación de objetos pueden mejorar la comprensión, especialmente en niños, al involucrar múltiples sistemas sensoriales. ¿Podría ser que los estudiantes recuerden mejor una lección si la vivencian físicamente?

Este enfoque también está revolucionando la tecnología y el diseño. La interacción hombre-máquina, la robótica y la inteligencia artificial están explorando cómo replicar no solo la lógica humana, sino también su dimensión sensorial y motora. La idea es que para comprender verdaderamente al ser humano, hay que observar cómo se mueve, cómo siente y cómo se relaciona con el entorno.

La cognición corporizada no niega la importancia del cerebro, sino que lo coloca en su contexto: un órgano inseparable del cuerpo y el ambiente. Al considerar que el conocimiento emerge del hacer, del sentir y del estar en el mundo, abrimos nuevas posibilidades para sanar, aprender y crear desde una perspectiva más completa y humana.

¿Y si comenzáramos a habitar nuestros pensamientos como habitamos nuestro cuerpo? Tal vez, al integrar lo físico y lo mental, podríamos construir sociedades más empáticas, conscientes y conectadas. Porque pensar con el cuerpo no es una metáfora: es una forma de reconectar con nuestra esencia más profunda.

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