¿En qué momento acabamos con una vida tranquila? Porque dejamos perder lo más grandioso de la existencia: una vida llena de paz.
Todo quisiéramos vivir tranquilos, pero no hacemos algo, por buscar aquello que nos conduce a la paz.
En una época, como la nuestra, de cambios constantes, es difícil mantener la calma. Y, por dar mucha importancia, a tanto, vamos perdiendo lo más importante: el gozo de vivir con tranquilidad.
La vida se construye a base de opciones, pero es imposible optar por todo, y querer el control de todo, sin que se pierda el control de nosotros mismos.
El hombre es un ser de posibilidades, y también de límites. Por eso mismo, hay que vivir haciendo opciones; sin preocuparse por cambiar lo que no depende de nosotros.
Alguien dijo: que la vida está hecha a base de importancias. Pero hay que preguntarse: ¿Qué es lo que realmente importa?
Y para encontrar la respuesta, necesitamos buscar la paz. Porque, sin un margen de tranquilidad, el pensamiento queda confundido
Hoy, dice el Evangelio, que Jesús fue a Betania, y Martha estaba muy ocupada y preocupada para que todo saliera bien, mientras tanto, María estaba a los pies del Señor, bebiendo la sabiduría que trae la paz, Marta afanada en sus quehaceres, de queja con el Señor, de no contar con la ayuda de María,
Entonces, el Señor responde: “Marta, Marta muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”. ( Lc. 10).
Es mucho lo que nos ocupa, y más lo que nos preocupa, hasta agotar la calma.
Y, por dar demasiada importancia, a lo que no es tan importante, vivimos en estado de alteración.
Por eso, hay que buscar, momentos de serenidad, para encontrar a Dios. Y en Él, tomar conciencia de lo que realmente importa.
Sin olvidar, aquellas palabras de Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta”.
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».