'Bulevar de Ideas'
VIVIMOS EN CIUDADES QUE parecen hechas para que todo se haga rápido. Las calles, los horarios y los días se organizan para que cumplamos pendientes, no para disfrutarlos. Hasta la comida, que antes era un momento especial para convivir o relajarse, ahora se ha vuelto algo que hacemos a toda velocidad, a veces sin pensar.
PEDIMOS COMIDA A CASA Y NOS alegra que llegue pronto, como si eso fuera más importante que el sabor, la salud o la compañía.
LA CIUDAD MODERNA NOS OFRECE muchas opciones para comer: desde tacos hasta sushi, pasando por hamburguesas, ramen o comida vegana.
PERO AL MISMO TIEMPO, NOS quita el tiempo para decidir, disfrutar y compartir con otras personas. Vivimos con prisa, y lo importante pasa a segundo plano.
LA COMIDA RÁPIDA A DOMICILIO es un claro ejemplo de esta vida acelerada. Las apps asignan repartidores como si fueran paquetes; todo se mide por la velocidad y la impaciencia. Hay comida por todos lados, pero cada vez menos personas disfrutan realmente el acto de comer: pedimos, comemos rápido y seguimos con la rutina.
QUIENES REPARTEN COMIDA viven la velocidad de otra manera: lo hacen porque significa ganar dinero. Son quienes cruzan la ciudad en moto o bicicleta, esquivando autos y baches, a veces sin tiempo ni para sus propios alimentos, mientras paradójicamente entregan comida.
SON UNA PARTE INVISIBLE DE LA vida de la ciudad y trabajan al límite para que otras personas puedan comer rápido.
ASÍ, LA CIUDAD SE DIVIDE: algunas personas comen sin cocinar, otras corren sin tiempo para comer bien. La prisa se vuelve parte de todo, pero por diferentes motivos.
LA COMIDA RÁPIDA A DOMICILIO es, en realidad, una ficción montada sobre las espaldas de quienes nunca alcanzan el reloj.
EN ESTE CONTEXTO, TOMARSE tiempo para cocinar o comer despacio puede parecer un lujo, pero es mucho más que eso: es una manera de resistir la prisa, de enfrentar al estrés.
IR AL MERCADO, COCINAR, sentarse a la mesa, comer sin apuros (sin celular a la mano) y compartir con otras personas, es una forma de recuperar lo humano en la vida diaria.
NO SE TRATA DE IDEALIZAR EL pasado ni la lentitud, sino de darle su valor en un mundo que todo lo quiere rápido. Comer es un acto social, no solo biológico.
NO VAMOS A CAMBIAR LA CIUDAD o la economía de la noche a la mañana, pero podemos hacer pequeñas cosas: organizar comidas con otras personas, pedir mejores condiciones para quienes reparten, enseñar a nuestras hijas e hijos a respetar la comida y su tiempo.
LA CIUDAD TAN ACELERADA necesita aprender a detenerse de vez en cuando. No para ser menos moderna, sino para ser más humana.
TAL VEZ, SI LO HACEMOS, descubriremos que comer en compañía, sin prisas, sigue siendo el mejor remedio contra la soledad y la tristeza. Era y debiera ser un momento ritual donde se pausa la vida ajetreada para recuperar un poco de humanidad y sociabilidad.
Y SI LA COMIDA TARDA EN LLEGAR no importa, que siempre tendremos algo de que charlar.
@jchessal