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HOMILÍA: Lo que pides, ¿será lo que quieres?

Los hombres pedimos mucho; pero ignoramos, lo que realmente estamos queriendo.
 
Algunas veces, pedimos lo que pensamos, pero no sabemos,  lo que el corazón está necesitando.
 
Todo, porque nos falta el Espíritu de Dios, que ilumine, aclaré las ideas, y nos haga saber: qué es lo que en verdad queremos.
 
Pedimos paz, y tal parece, que andamos buscando el conflicto.
 
Y, cuando no podemos vivir en paz, es porque algo está faltándole a la vida, y ese algo, es precisamente  lo que  ignoramos.
 
La paz, es un don que  viene de Dios; pero hay que amarla, para poder recibirla.
 
Dice el Señor: “Cuando entren en una casa digan: que La Paz reine en esta casa. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá”. (Lc.10).
 
Paz, es lo que todos necesitamos para estar  completos.
 
En tiempos de  incertidumbre, no es  fácil experimentar la paz. 
 
Porque, donde falta la verdad, no se puede vivir en paz.
 
Dijo el Señor: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. (Jn.8,32).
 
Hay señales, que nos llevan a pensar, que el hombre no es amante de la paz. 
 
Ya que, lejos de empeñarse en buscar lo que dice querer, se apresura a estar en medio de un conflicto. Y esto, nos va arrebatando lo que decimos amar.
 
Por tanto, antes de pedir algo,  hay que checar bien,  si estamos amando lo que vivimos pidiendo.  Solo así, será posible, recibir lo que tanto anhelamos: LA PAZ.
 
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
 
 
 
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
 
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
 
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
 
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
 
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
 
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
 
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
 
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
 
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
 
Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.
 
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
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