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Tensión entre Tíbet y China por sucesión del dalái lama

El propio dalái lama se dirigió al cónclave para dar peso a la nueva estrategia

La noche cae sobre Dharamshala, pero la ciudad no descansa. Enclavada en las laderas del Himalaya indio, el hogar del dalái lama, conocido como la "pequeña Lhasa", funciona como la capital de facto de una nación sin país y, esta noche, también como el cuartel general espiritual y político de la lucha contra China.
 
En el interior de su residencia, el propio dalái lama se dirigió al cónclave para dar peso a la nueva estrategia, reafirmando su propia resolución ante los líderes religiosos.
 
"He llevado a cabo mi responsabilidad con toda mi determinación y coraje", les dijo, antes de encomendarles una misión directa: "Ustedes, mis hermanos y hermanas del Dharma, tienen la responsabilidad de preservar" la tradición.
 
La respuesta de los lamas fue el anuncio de una nueva estrategia de confrontación directa con Pekín sobre el futuro de la reencarnación.
 
Mientras en los monasterios cientos de monjes preparan las ceremonias de larga vida para el 90 cumpleaños de su líder el próximo domingo, en los despachos los altos lamas anuncian su decisión tras un cónclave que ha lanzado un desafío directo a Pekín sobre el futuro de la reencarnación.
 
Ambas realidades, la fe y la estrategia, han confluido en una jornada de tensión contenida.
 
La tensión actual es la culminación de los acontecimientos de la semana, cuando el propio dalái lama, a punto de cumplir 90 años, anunció que su linaje de 600 años continuaría. La respuesta de China fue de rechazo total, con la afirmación de que solo el Gobierno chino tiene la autoridad para nombrar al próximo sucesor.
 
Este pequeño pueblo, cuyas dos calles principales están colapsadas por los peores atascos de la temporada, es un hervidero de actividad febril. Un flujo constante de vehículos que se embotella entre monjes y peregrinos que viajan desde otros asentamientos para acompañar los rituales por la larga vida del líder.
 
"La obra del dalái lama anterior aún no está terminada, por eso necesitamos que el linaje continúe", explica a EFE una peregrina llegada desde el sur de la India, resumiendo el sentir de muchos. Esa creencia en la reencarnación, un ciclo que se percibe como eterno, se enfrenta a la brutalidad de un plazo: los 90 años que cumple su líder este domingo.
 
Desde mañana sábado comenzarán los rituales de larga vida. El principal será una ofrenda ("tenshug") organizada por la propia Administración Central Tibetana, una ceremonia solemne en la que se ruega formalmente al maestro que no abandone este mundo.
 
Para los tibetanos, la reencarnación es una tradición sagrada basada en la búsqueda de un niño, un "tulku", que muestra señales y es capaz de reconocer objetos de su predecesor. Para China, es una herramienta de control político. Su plan, según denuncian los tibetanos, es rechazar al candidato que surja de la búsqueda espiritual e imponer uno propio, como ya hicieron en 1995 con el panchen lama.
 
El anuncio de un plan para asegurar la reencarnación, sin embargo, es un recordatorio ineludible de la mortalidad del líder. Convertido con los años en un icono global de la paz, casi una figura de la cultura pop, ha sido su fama y su carisma personal lo que ha mantenido viva la causa del Tíbet durante más de medio siglo.
 
El Sikyong Penpa Tsering buscó rebajar la sensación de crisis inminente. "Hay demasiado foco en la reencarnación de Su Santidad, como si fuera a dejar este mundo en uno o dos años, lo que no va a suceder", afirmó el líder tibetano a EFE, recordando que el propio dalái lama, que goza de buena salud, asegura que planea vivir "otros 20 años más".
 
Al final de este viernes, Dharamshala no es un lugar de celebración. Aún no. Es una sala de espera a cielo abierto, un cuartel general espiritual que contiene la respiración. Esperando el cumpleaños. Esperando la siguiente reacción de Pekín. Esperando.
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