EN SU MUY GUSTADA, necesitada y esperada columna “GOBIERNO Y ASUNTOS PÚBLICOS” de hoy, estimado lector (después de varias semanas de pausa), quiero plantearle un tema de suma importancia para la actualidad y las generaciones venideras: la Cultura Contributiva.
POR ÉSTA DEBEMOS ENTENDER todo un conjunto de medidas para que el contribuyente conozca, entienda, dimensione y actúe ante su circunstancia fiscal, para que cumpla sus obligaciones y goce de sus derechos o beneficios en la materia.
EN ESE ENTENDIDO, EL PUNTO del que debemos partir es considerar el mandato constitucional para ello: dice el artículo 31 de la carta máxima de los mexicanos que es nuestra obligación “Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes”. Las y los mexicanos estamos obligados a aportar al gasto y uno de esos mecanismos lo representa los distintos impuestos.
PERO ¿USTED SE HA PUESTO A analizar el por qué de los impuestos?, ¿hemos analizado la relación entre contribuyente y autoridad tributaria?, ¿ha tenido alguna clase en su formación educativa o una amplia plática en su espacio laboral acerca de sus obligaciones tributarias? Por lo general no es así.
NI ANALIZAMOS LA RELACIÓN contribuyente-autoridad fiscal ni se nos induce a acercarnos a conocer nuestras obligaciones y ejercer nuestros derechos con claridad. Mire, revise el siguiente párrafo extraído del texto “Cultura Contributiva en América Latina”, por favor:
“PARA SUPERAR UNA VISIÓN maniquea del mundo donde prevalece, por un lado, por parte de la Administración Tributaria una idea de la hostilidad fiscal, que da al contribuyente el estereotipo de presumible evasor fiscal; y por otro lado, por parte del contribuyente, un rechazo de los impuestos, lo que hace que se otorgue a la Administración Tributaria el estereotipo de opresor fiscal, los principios que rigen la moral tributaria se basan en la construcción de un conjunto de valores guiadas al establecimiento de relaciones de confianza y la búsqueda de la legitimidad de los impuestos dentro de los cuadrantes de un Estado Democrático y Social de derecho.”
EN EL SENTIDO DEL TEXTO, ¿QUÉ es aquello que nos puede abonar a construir una relación de confianza entre autoridad tributaria y contribuyente? O bien, ¿qué podemos hacer como contribuyentes para entender la legalidad y legitimidad de las disposiciones fiscales, aunado a la necesaria interacción con una perspectiva dura del actuar de la autoridad?
Y AQUÍ, SALVO SU MEJOR opinión, se abre la posibilidad de reflexionar en torno a la apertura y transparencia que debe tener el estado mexicano en cuanto a la distribución y uso de los ingresos tributarios, por un lado, y por otro, a la necesaria conciencia del contribuyente del uso que hace de bienes públicos. Y en ese sentido, le comparto esta otra cita:
“CURIOSAMENTE, EN TÉRMINOS generales, la sociedad señala que la elevada presión fiscal sería la principal justificación que lleva a las personas a no pagar sus impuestos, seguida de la corrupción y la mala utilización de los recursos públicos por parte del Estado.
ES INTERESANTE NOTAR, COMO SE ha mencionado anteriormente, que la mayor parte de América Latina tiene, de hecho, una baja carga tributaria. Por lo tanto, una hipótesis es que las críticas a la elevada carga fiscal podrían estar relacionadas con un bajo conocimiento ciudadano sobre la naturaleza de la presión fiscal de sus países en comparación con los de otras regiones, y/o bien que la carga tributaria se considera alta conforme a los servicios públicos que se reciben a cambio.”
DE ACUERDO CON ESE TEXTO, entre otras cosas podemos destacar que es lo “duro” y “elevado” de las tasas impositivas las que pueden estimular que el potencial contribuyente no cumpla con sus obligaciones; además de lo anterior, podemos destacar que el mal uso de los recursos puede incluso fungir como un pretexto para no aportar al gasto público. Entonces, tasas altas y mal uso del dinero de los contribuyentes se usan como justificación para no estar en las condiciones de formalidad.
ESTA IDEA TENEMOS QUE revertirla. Por supuesto, hay muchas aristas o perspectivas a partir de las cuales actuar, pero lo primero sería considerar fortalecer el conocimiento del potencial contribuyente respecto de sus derechos y obligaciones, pero entre ellas, los beneficios de la formalidad y de adentrarse a un régimen.
DEBEMOS ENTENDER HOY A LA Cultura Contributiva como un deber de difusión de todos los gobiernos (en todos los ámbitos hay cuestiones impositivas) pero también como un derecho ciudadano. Ahí tenemos un área de oportunidad que, para las próximas generaciones, será de vital importancia para el éxito de proyectos económicos.
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