María Aranzazu Puente Bustindui | 25/06/2025 | 20:40
Estimadas amigas y amigos de plano informativo, en 1651, Thomas Hobbes escribió El Leviatán, una obra que advertía sobre lo que sucede cuando no hay autoridad que imponga orden: un caos en el que todos luchan contra todos. Más de tres siglos después, esa advertencia suena menos filosófica y más como un espejo de nuestra realidad digital. Y es que, entre teorías de conspiración, discursos extremistas y un sinfín de verdades a medias, parecería que la normalidad —esa que conocíamos— está al borde de la extinción.
Miremos un poco a nuestro alrededor. Redes sociales que alimentan la polarización, desinformación disfrazada de opinión, algoritmos que nos conocen mejor que nosotros mismos. ¿No parece todo esto una nueva versión del estado salvaje que tanto temía Hobbes? Solo que ahora no usamos espadas, sino comentarios, hashtags y filtros que maquillan realidades.
Hobbes creía que el miedo —a la muerte, al otro, al caos— nos llevaba a ceder libertad a cambio de seguridad. Y aunque suene fuerte, tal vez hoy no estamos tan lejos de eso. A cada nueva amenaza —pandemias, crisis climática, violencia digital—, nos volvemos más dispuestos a aceptar vigilancia, controles, restricciones. Todo en nombre de “la protección”. Pero, ¿nos hemos detenido a pensar qué estamos entregando realmente?
El Leviatán, aquel monstruo que simbolizaba al Estado como garante del orden, no desapareció. Solo cambió de forma. Hoy se viste de aplicaciones, cámaras, discursos polarizantes. A veces tiene cara de líder carismático, otras veces de influencer con tintes mesiánicos. Y sí, a veces ni siquiera es humano: es una red social, un motor de búsqueda, una plataforma que define lo que vemos, lo que pensamos y hasta lo que sentimos.
Porque ahora no solo cedemos el control al Estado, sino a corporaciones tecnológicas que concentran más poder que muchos gobiernos. No las elegimos, no les pedimos cuentas, pero saben todo de nosotros. Son los nuevos soberanos invisibles, que moldean el pensamiento, las emociones… incluso nuestras decisiones electorales.
Y entonces, surge una pregunta inevitable: ¿dónde quedó el contrato social? Ese acuerdo colectivo que daba legitimidad al poder y que supuestamente protegía nuestras libertades. Parece que no se digitalizó. Se quedó atrás, como un sistema antiguo que no logró adaptarse a esta nueva era.
Hoy vivimos una profunda desconfianza en las instituciones, una polarización ideológica que hiere, y una sensación creciente de que estamos huérfanos de liderazgo real. Unos piden más libertad, otros más control. Algunos se radicalizan, otros se desconectan. Pero muy pocos se preguntan quién está tomando las decisiones por nosotros… y para qué.
El caos que temía Hobbes no se ha ido. Solo cambió de escenario. Y frente a él, no podemos seguir usando recetas del siglo XVII. Necesitamos una nueva manera de ejercer autoridad sin caer en el autoritarismo. Una forma más ética, más justa, más transparente.
Porque el Leviatán no murió. Solo se volvió digital. Y si no lo comprendemos a tiempo, seguiremos entregando nuestras libertades… sin saber a quién, ni por qué.
De corazón, gracias por leerme. Les mando un abrazo, aunque sea digital.
Facebook: AranzaPuenteSLP Instagram: @AranzaPuenteslp