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Ayuno intermitente: entre el mito, la ciencia y la moda

Ana Paola Dávila | 20/06/2025 | 14:38

En redes sociales, lo recomiendan influencers. En podcasts, lo mencionan celebridades. En consultas médicas, cada vez más pacientes preguntan por él. El ayuno intermitente ha pasado de ser una práctica milenaria a una tendencia contemporánea que promete adelgazar, sanar y “resetear” el cuerpo. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Es tan milagroso como parece o solo otro nombre para comer menos?

¿Qué es el ayuno intermitente?

A diferencia de las dietas tradicionales, el ayuno intermitente no se enfoca en qué comes, sino cuándo comes. Los esquemas más comunes son el 16:8 (16 horas de ayuno y 8 de alimentación), el 5:2 (comer normalmente cinco días y restringir calorías dos), o el ayuno en días alternos. Su simplicidad lo ha convertido en una alternativa atractiva para quienes buscan resultados sin contar calorías.

Aunque suena moderno, es tan antiguo como el ser humano. “El cuerpo está diseñado para períodos de escasez, no para estar comiendo todo el día”, explica el Dr. Mark Mattson, neurocientífico de Johns Hopkins y uno de los principales investigadores del tema. Su estudio de 2019 en The New England Journal of Medicine fue clave para respaldar científicamente sus beneficios.

¿Por qué se puso de moda?

Su boom tiene múltiples raíces. Una de ellas es el deseo por soluciones rápidas pero “naturales”. También influyó la cultura biohacker, popular en Silicon Valley, donde empresarios como Elon Musk lo practican buscando mayor productividad mental.

Además, libros como The Fast Diet de Michael Mosley, y su documental para la BBC, ayudaron a masificar el método 5:2. Mosley argumentaba: “El ayuno no es privarse, es darle al cuerpo una oportunidad de recuperarse”.

Beneficios comprobados (hasta ahora)

Numerosos estudios respaldan que el ayuno intermitente puede tener efectos positivos en la salud metabólica. Una revisión publicada por la Universidad de Granada en 2023 concluyó que mejora la sensibilidad a la insulina, reduce la presión arterial, el colesterol y puede favorecer la pérdida de peso, especialmente la grasa visceral.

Mitos y verdades

Sin embargo, no todo lo que circula en internet es cierto. Uno de los principales mitos es que “te saltas el desayuno y adelgazas”. La realidad es que el balance calórico sigue importando. Si en tus horas de comida ingieres más calorías de las que gastas, el ayuno no generará resultados mágicos.

Otro error común es pensar que cuanto más tiempo se ayune, mejor. Ayunos prolongados sin supervisión médica pueden llevar a hipoglucemia, fatiga, pérdida de masa muscular y problemas hormonales, sobre todo en mujeres.

También se ha romantizado como método “detox”. Pero según Harvard Health Publishing, el hígado y los riñones ya se encargan de desintoxicar el cuerpo, y no hay evidencia de que el ayuno acelere este proceso.

¿Quién debería (y quién no debería) intentarlo?

El ayuno intermitente no es para todos. Está contraindicado en niños, adolescentes, mujeres embarazadas o en lactancia, personas con historial de trastornos alimenticios, o pacientes con diabetes no controlada.

Por otro lado, puede ser una herramienta útil para adultos sanos que buscan mejorar sus hábitos, siempre que se acompañe de una alimentación balanceada.

Lo ideal es hacerlo bajo supervisión de un médico o nutriólogo, quien pueda guiar según el estilo de vida y necesidades individuales.

¿Tendencia pasajera o cambio duradero?

En una época marcada por la ansiedad alimentaria y la sobreabundancia de opciones, el ayuno intermitente propone una pausa. Una especie de orden interno. Pero su eficacia, como todo en nutrición, depende del contexto.

Como bien resume la nutrióloga española María Real Capell: “El ayuno no es una varita mágica. Puede ser una herramienta, pero no sustituye a una alimentación consciente y sostenida”.

Y eso quizá sea lo más valioso de esta tendencia: la posibilidad de replantearnos nuestra relación con la comida, con los horarios y con el cuerpo.