Estimadas amigas y amigos de plano informativo, este próximo domingo celebramos en México el Día del Padre, y si bien no es una fecha que suela inundar las calles con flores ni agotar las reservas en los restaurantes, como pasa en mayo con las madres, qué necesarios son los papás. Qué importante es reconocerlos, abrazarlos, pensarlos.
Yo crecí con un papá presente. No perfecto, pero sí amoroso, trabajador, comprometido. De esos que se levantan temprano y llegan tarde, con la camisa empapada de esfuerzo y el corazón lleno de ganas de que a su familia no le falte nada. De los que dan ejemplo más que palabras, que enseñan con la vida. Y aunque esta columna no es para contar mi historia, inevitablemente uno escribe desde lo vivido.
Porque los padres no siempre tienen las palabras dulces ni el lenguaje de los abrazos, pero muchas veces están ahí, firmes como una columna que sostiene una casa. Padres que arreglan lo que se rompe, que saben qué tornillo va con qué tuerca, que huelen a herramienta, a campo, a tráfico, a jornada cumplida. Padres que enseñan a andar en bici, que pagan uniformes, que se preocupan aunque no lo digan. Padres que también lloran, aunque lo hagan a escondidas.
Ser papá no es una lista de tareas cumplidas, ni una figura intocable. Es más bien una combinación de presencia, responsabilidad y amor. Hay padres que hablan poco pero miran con ternura. Que no están hechos de abrazos constantes, pero que se desviven en actos pequeños como el almuerzo en la mochila, la luz encendida cuando llegas tarde, el mensaje corto que dice “¿cómo vas?” y lo dice todo.
Y hay también quienes no tuvieron un modelo claro, y aun así intentan hacerlo bien. Padres que están aprendiendo a serlo mientras caminan junto a sus hijos. Que tropiezan, que dudan, pero que se quedan. Que no se rinden.
Y también hay que decirlo, no todos los padres son biológicos. Están los que asumen el rol con todo el corazón, sin haber sido llamados por la sangre. Abuelos, tíos, padrastros, hermanos mayores. Ser padre, al final, es más una elección diaria que un título automático.
Este domingo no se trata de comprar regalos caros, si no que se trata de mirar a papá (o al recuerdo de papá) con gratitud. De reconocer en él nuestras raíces, nuestras fortalezas. De agradecerle por los silencios que también fueron compañía y por las decisiones difíciles que tomó por nosotros, muchas veces sin que nos enteráramos.
Desde este espacio les deseo Feliz Día del Padre a todos los que saben ser hogar. Que nunca les falte el reconocimiento, aunque llegue bajito, como cuando uno dice gracias con la mirada.
De corazón, gracias por su lectura.
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