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Traición

Claudia Guadalupe Martínez Jasso | 06/06/2025 | 15:39

¿Cómo vas a imaginar que otra persona, en quien has depositado tu confianza y a quien has entregado lo más bello de tu corazón, esté enmascarado(a)? ¿Cómo vas a creer que alguien esté sobreviviendo, más que en presencia de espíritu y que el odio y la falta de empatía sean su motor? ¿Cómo vas a comprender que ese otro que significa para ti un apego seguro, en realidad miente como respira? ¿Cómo vas a digerir que esa persona que te endulza el oído y te sonríe en la cara, te destruya hipócritamente cuando tú no lo o la ves? ¿Cómo vas a saber que hay personas que más que discernir, repiten lo que les hicieron?

Hasta que sucede y sientes que la sangre baja a los pies, se siente un golpe en el pecho, se abren los ojos con miedo e incredulidad y el mundo entero se te voltea en la psiquis. Quedas aturdido(a), perdido(a) y en shock. ¿Cómo vas a comprender que tus Padres o cuidadores no cumplan sus promesas o tengan como costumbre mentirse a sí mismos y por ende a los otros? ¿Cómo vas conocer el funcionamiento doloroso de la codependencia y otras adicciones que incluyen como otros tantos infiernos, el mentirse a uno mismo y a los otros? 

Ser, por ejemplo, el o la hija(o) predilecto de Papá o Mamá o bien, quien no es el preferido(a) y comenzar a vivir triangulación, cuando el corazón y el cerebro aún están tiernos y por ende se queda clavado(a) una estaca que vuelve a la persona sumamente controladora y que como mecanismo de defensa seduce desde una máscara para ocultar su dolor. Y entonces viene a asentarse como una intrusa maloliente la desconfianza, esa señora que con el ceño fruncido y la risa cínica habita como arquetipo en la profundidad del Alma.

“No se puede confiar en nadie” Enserio ¿En nadie? ¿Ni en ti? Claro que sí, claro que se puede confiar en la Luz amorosa del Espíritu. Esa vibración que en susurros consuela, ordena, nutre y ama. Esa luminiscencia que crea milagros diarios en tu vida, ese Espíritu que nada sabe de cosas mundanas, de egos, malformaciones y distorsiones de la mente.

Claro que puedes volver a confiar en ti mismo(a), cuando te eres fiel, en todo. Quien lleva lastimosamente la herida de traición, está programado(a) para repetir una y otra vez el escenario, pues se han instalado las creencias que la conforman. Por ejemplo, “Todos(as) los hombres o mujeres son iguales” ¿Iguales cómo? Tal vez, si analizas a tu sistema familiar, el programa y las memorias de dolor se han acumulado, con mentiras y familias, amantes e hijos no reconocidos, durante generaciones. No va a parar hasta que alguien mire este dolor, exprese lo no dicho y decida concienzudamente, parar esta repetición.  Porque la fidelidad es una decisión y tiene que ver con el trabajo interno, con encontrarse con el otro, desde una adultez y una satisfacción en lo emocional, intelectual, sexual-creativo, material y espiritual en sí mismo(a).

El compromiso comienza con uno mismo, en las profundidades de la psiquis. Observar nuestra sombra, lo que no está sanado, las decepciones, lo no resuelto, lo que dolió y no se elaboró, es el primer y más grande acto de amor y fidelidad a sí mismo(a). Muy a menudo veo lágrimas de traición en la sala de consulta, de amores lastimados por desamores repetidos. Es decir, se llora por la infidelidad, los secretos de familia, las mentiras, los robos y diversas formas de traición de los mismos familiares a los consanguíneos, generaciones atrás. ¿Cuánto traemos cargando? Soltar, dejar con los que nos antecedieron esos llantos, nos libera.

Y tú. ¿Has traicionado a alguien? Piénsalo bien. ¿De dónde vino esa auto-traición? ¿Es un programa? ¿Te traicionaron? ¿Es costumbre social? ¿A qué estás atado(a)? ¿Qué necesitas para descansar el Alma en la honestidad y la adultez? ¿Has pedido perdón? ¿Te has liberado? ¿O te justificas? ¿Existe alguna adicción sexual detrás de esta conducta? Para todo, si lo clamamos al cielo, hay una sanación.

Porque los milagros suceden en cada segundo que respiramos con el universo, en su danza de asención. Oye ¿Y si vamos con tu niño(a) interno(a) a preguntarle sobre esos momentos en que sintió que le dieron la espalda? ¿Y si le abrazamos y le cumplimos las promesas que le hemos hecho, por fin? La herida de traición se manifiesta en el cuerpo con músculos rellenos de una falsa fuerza y caderas y sensualidad asustadas. 

Podemos repetir frente a las personas que decepcionaron nuestra confianza: “Lo que me hiciste, te lo hicieron” Te devuelvo tus actos, palabras y consecuencias.” Y hoy querido(a), podemos mirar nuestro reflejo en un espejo amoroso, al que le juremos fidelidad, en lo prospero, lo adverso, la salud y el olvido de ésta. Todos, todos los días de nuestra vida y más allá. Y es que no hay fidelidad más verdadera y grande que la del reconocernos como lo que somos, perfectos(as) hijos del Divino amor del origen. Volver a conectar al corazón y vivir desde allí limpia decepciones, mentiras y expectativas, porque cuando eso sucede, nos damos cuenta de que la VERDAD, siempre ha estado dentro de nuestros benditos corazones y en lo sagrado, no cabe, ni cabrá jamás, una mentira egotista.

Gracias por caminar juntos.

Tu terapeuta.
Claudia Guadalupe Martínez Jasso.