Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 01/06/2025 | 02:52
Eso, que andamos buscando por fuera, ya lo tenemos; habita en nosotros; pero, no nos hemos dado cuenta.
El hombre se la pasa mirando al exterior, y no se entera, que la respuesta y solución, están en él, y no afuera.
Pero se nos va la vida, buscando a Dios en lo que vemos fuera, sin advertir, que Dios habita en el interior.
Decía San Agustín: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que estabas dentro y yo fuera, y fuera te buscaba yo… Estabas tú conmigo y no estaba yo contigo. Lejos de ti me retenían esas cosas, que si no existiesen en ti, no existirían. Has llamado, has gritado, haz roto mi sordera… Me has tocado y me inflamé en deseos de tu paz.” (Conf. lib. 10, cap. XXVII).
Hoy, como nunca, necesitamos entrar en nosotros, para encontrar ahí, lo más grandioso.
Era necesario, que el Señor, ascendiera, para que descendiera su Espíritu al interior de nosotros.
Porque, las personas que vemos fuera, físicamente están cerca, pero espiritualmente distantes; ya que, es imposible llegar hasta su corazón.
Dijo el Papa Benedicto: “Es más fácil encontrar el camino hacia la luna que el camino del ser humano hacia sí mismo”. (Fe y futuro, pág. 85).
No es tan complejo llegar a la luna, como imposible llegar al corazón del hombre.
Por eso, Dios nos envía su Espíritu, para que toque nuestro corazón, y podamos sentirlo cerca.
A partir de hoy, no hay que empeñarse en buscar por fuera, lo que podemos encontrar por dentro.
No olvidemos las palabras que les dirigieron a los discípulos: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”. (Hech. 1).
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.