Con el objetivo de obtener los derechos de distribución del videojuego Tetris, Henk Rogers, empresario y diseñador de videojuegos neerlandés, sin visa de negocios, requisito legal para esta tarea, entró a la Unión Soviética (URSS) en 1989 y logró salir.
Se escribe y dice fácil, pero quienes hayan visto La Vida de los Otros (von Donnersmarck, 2006) sabe que con los gobiernos comunistas no se podía jugar, pues se corría el riesgo de un arresto indefinido.
Por ello, la determinación de Rogers sorprendió. Las peripecias para conseguir los derechos del videojuego de bloques fue narrada en la cinta Tetris (Baird, 2023), pero en consideración del neerlandés, se omitieron detalles.
En una mesa redonda con medios de habla hispana, Rogers desmitificó parte del drama cinematográfico y reflexionó sobre su vida, que ha transitado de la lógica de los pixeles a una lucha no menos compleja: el futuro de la inteligencia artificial (IA) y el cambio climático.
Su nuevo libro, The Perfect Game: From Russia with Love, busca contar la verdadera historia, como él la llama, detrás de la adquisición de Tetris, una narrativa que, aseguró, es fascinante por sí misma.
Rogers consideró entretenida a la cinta Tetris, pero reconoció que se tomó amplias libertades creativas.
Un ejemplo de esto fue la entrada de Rogers al edificio de Elektronorgtechnica (ELORG), una agencia estatal soviética creada en la década de 1960 para encargarse de la importación y exportación de tecnología, para negociar los derechos de Tetris.
Mientras que en el filme, protagonizado por Taron Egerton, la intérprete de ruso-inglés entró a las instalaciones con Rogers, en los hechos, esta persona no ingresó y tampoco fue la compañera de aventuras que mostró el filme. Tampoco existió una persecución en automóvil, como se deja ver casi al final de la película.
Algunos trazos de la cinta más fieles a la verdad fue el enfoque pedagógico de Rogers con las autoridades de la URSS, a quienes tuvo que enseñar el negocio de la propiedad intelectual al tiempo que negociaba los derechos de Tetris.
Esta labor docente se desarrollaba en un clima de sospecha inherente al sistema soviético.
"No creo que su mentalidad fuera de confiar en otros. Todo el mundo sospechaba de todo el mundo", relató.
¿Cómo se derriba un muro de desconfianza tan arraigado? Rogers recurrió a la transparencia absoluta y a la equidad.
El neerlandés les presentó un contrato justo para ambas partes, de no más de 20 páginas y sin palabras rebuscadas. Esta honestidad y un acuerdo equilibrado, en su opinión, fueron las llaves que finalmente le granjearon la confianza de sus contrapartes soviéticas, en especial de Alexey Pajitnov, programador del videojuego y con quien Rogers forjó una amistad duradera.
Al final, también el momento histórico jugó en favor del gaming.
Moscú en esa época experimentaba la Perestroika y la Glasnost, políticas impulsadas por Mijaíl Gorbachov, entonces Secretario General del Comité Central del Partido Comunista, que buscaban reestructurar la economía y abrir al país al mundo.
Esto permitió que negociaciones como la de Tetris, antes impensables, sucedieran en un ambiente flexible y dispuesto al diálogo, incluso con empresarios extranjeros como Rogers.
"Así que estaba allí, en el límite. Sabes, sí, estaba infringiendo la ley, pero lo hice en un momento en que mucha gente empezó a infringir la ley de la misma manera", manifestó.
Fue esta atmósfera de incipiente apertura y transformación la que, quizás, le permitió sortear situaciones que en otro contexto hubieran sido imposibles.
La determinación de Rogers para superar estos escollos se alimentaba de una convicción temprana y poderosa sobre el juego mismo.
Para él, Tetris sería "el juego". Desde su primera interacción con él se volvió adicto en segundos, algo que no le ha vuelto a pasar con ningún otro juego. Con 520 millones de copias vendidas en el mundo, según datos de Statista, no le faltaba razón al neerlandés.
La mente que descifró el aparato soviético para llevar Tetris al mundo no se detuvo. Hoy, Henk Rogers observa el auge de la inteligencia artificial con una perspectiva similar de optimismo pragmático ante los grandes desafíos.
Reconoce que la voracidad de la IA por el consumo de recursos hídricos y energéticos es un problema genuino. Sin embargo, lejos de verla como una tecnología insostenible, confía en la evolución.
Su fe radica en dos pilares: la inevitable transición hacia fuentes de energía "gratuitas", las renovables, como la eólica, solar y, especialmente, la geotérmica y la innovación continua en el hardware.
Para Rogers, la sed energética de la IA no es un callejón sin salida, sino un motor más para la inventiva humana.
El optimismo de usar la tecnología para mejorar la sustentabilidad del planeta es patente en Rogers durante la conversación. Aunque ahora es motivo de alegría, el origen de este pensamiento no lo fue tanto.
El neerlandés recordó cómo un ataque al corazón cambió su perspectiva.
Esa experiencia lo llevó a una profunda introspección y la lectura de un artículo, que anunciaba la inminente muerte de todos los arrecifes de coral del mundo para finales de siglo debido a la acidificación oceánica, causada por el CO2, redefinió el rumbo de su vida.
Su amor por el océano, forjado en su juventud en Hawái, se transformó en un llamado a la acción.
"Mi misión es acabar con el uso de combustibles a base de carbono", declaró con la misma convicción con la que persiguió Tetris.
Y no se quedó en palabras. Rogers fue instrumental para que Hawái se convirtiera en la primera entidad de Estados Unidos en legislar la transición al 100 por ciento de energía renovable para 2045, un modelo que ya ha sido adoptado por otros 15 estados y que ahora busca replicar en naciones insulares.
Su enfoque es de acción directa y local, mostrando escepticismo hacia acuerdos globales como el de París, que considera carentes de "dientes" y repercusiones reales.
Henk Rogers, el hombre que vio el potencial universal en la caída de bloques geométricos, aplica hoy la misma lógica implacable y la filosofía de "mantenlo simple, estúpido" a los desafíos más complejos de nuestro tiempo.
Su partida más seria apenas comienza, y el tablero es el planeta entero.