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El grito del niño y la protesta silenciada: luces y sombras en la visita de Claudia Sheinbaum a San Luis Potosí

Ericka Segura | Plano Informativo | 25/05/2025 | 17:58

San Luis Potosí, SLP.- En una calurosa mañana de sábado, el municipio de Villa Hidalgo se convirtió en el escenario de un día que prometía esperanza, pero terminó exhibiendo una realidad con más matices de los esperados. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, llegó con su habitual serenidad y carisma, en un acto que tenía como propósito acercarla al pueblo potosino y escuchar sus inquietudes de viva voz. Sin embargo, fueron precisamente esas voces ciudadanas las que marcaron la jornada de una forma inesperada, una con la inocencia de un niño, la otra con la fuerza de un reclamo sindical.
 
Frente al vehículo que transportaba a la mandataria, entre el barullo y peticiones, se alzó una voz aguda pero firme, la de un niño que, sin rodeos, le exigió lo que para él representa justicia culinaria en las escuelas. “¡Claudia, danos la comida chatarra, por favor y serás la mejor presidenta de México!”, exclamó, robando la atención de todos los presentes y dejando una anécdota que rápidamente se volvió viral.
 
La presidenta, sorprendida, pero sin perder la compostura, le respondió entre risas: “No, hace daño a la salud. Hace mucho daño. El azúcar hace mucho daño”. La escena, que arrancó carcajadas entre algunos asistentes, dejó también un trasfondo importante, el choque entre las políticas de salud pública impulsadas desde el Gobierno Federal y la percepción popular, incluso desde la niñez, de lo que representa una “mejora” en la calidad de vida.
 
Pero mientras la atención mediática se centraba en el simpático intercambio, a unos metros de distancia otro acto se desarrollaba con menor simpatía y mayor tensión, un grupo de maestros se congregaba en el lugar para manifestar su inconformidad ante lo que consideran un abandono institucional. Con pancartas en mano y consignas que exigían mejores condiciones laborales, los docentes intentaban acercarse al templete desde donde Sheinbaum encabezaba el evento. No lo lograron.
 
De forma abrupta, fueron interceptados por personas que portaban chalecos guinda y que, según testigos, se identificaban como funcionarios públicos o simpatizantes de Morena. La tensión escaló rápidamente. Videos difundidos posteriormente mostraron cómo estos presuntos operadores políticos empujaban y bloqueaban el paso a los manifestantes, en un intento claro de silenciar cualquier disidencia que empañara la imagen del evento presidencial.
 
La escena no pasó desapercibida. Entre empujones, gritos y forcejeos, la manifestación fue contenida. La voz de los docentes, que buscaba ser escuchada directamente por la mandataria, se vio eclipsada por un cerco que parecía más decidido a proteger la narrativa oficial que a garantizar el derecho a la libre expresión.
 
Y así, entre la petición inocente de un niño por papitas y refrescos, y la lucha frustrada de maestros por mejores condiciones laborales, la visita de Claudia Sheinbaum a Villa Hidalgo dejó una postal contradictoria: la de un liderazgo cercano, sí, pero también resguardado; abierto al diálogo, pero solo con ciertas voces; dispuesto a escuchar, pero con filtros.
 
Lo ocurrido este 24 de mayo no fue solo una gira presidencial más. Fue un retrato del México que enfrenta sus propias contradicciones: el de los niños que añoran sabores prohibidos, el de los docentes que pelean por dignidad, y el de una clase política que, entre sonrisas y vallas humanas, intenta mantener el control de una narrativa cada vez más difícil de encuadrar.