Retomado en clave de danza contemporánea por el coreógrafo Alan Lake, el mitológico descenso de Orfeo al inframundo en busca de su amada Eurídice deviene en una experiencia sensorial sobre la pérdida, el amor y la resiliencia.
Orpheus se titula la pieza que los intérpretes de la compañía canadiense Alan Lake Factori(e) ejecutaron con suma plasticidad corporal a través de las distintas atmósferas de una escenografía dinámica, para asombro del público reunido en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario (CCU), donde el fin de semana se presentó como parte de El Aleph, Festival de Arte y Ciencia de la UNAM.
"A mí me parece una obra muy potente, me gusta muchísimo. Creo que, además, es como un viaje poético a través del movimiento, de la estética, de la transformación de esta especie de escenografía viva", comentó a REFORMA la bailarina y coreógrafa Claudia Lavista, titular de la Dirección de Danza de la Máxima Casa de Estudios, para quien los simbolismos en este trabajo permiten múltiples lecturas.
"Eso es lo que me parece fascinante, este panorama de viajes y de símbolos que nos permiten tener no una lectura nada más -porque, evidentemente, no nos habla de una historia lineal-, sino justamente este prisma de lecturas que podemos hacer en relación también a quiénes somos nosotros como personas", agregó.
Ante un espectáculo de esta naturaleza, donde el mito griego no es sino el marco desde el que se abordan las complejidades de la existencia moderna mediante una intensa coreografía y la potencia del aparato visual y sonoro, la recomendación de Lavista es simple: "(Hay que acudir) sin querer entender".
"Lo que pasa es que esto no se entiende de manera lineal, se entiende de manera poética. O sea, tienes que dejar que entre en lo sensorial: la música, por ejemplo, que es una belleza; el diseño de iluminación... En fin, como que es una obra que nos toca desde muchos lugares, y hay que venir al teatro y dejarse tocar", exhorta la titular de Danza UNAM.
La bailarina y coreógrafa Isabel Beteta, presente este día entre el público, llegó un poco así, motivada por las recomendaciones que le hicieran de no perderse la obra.
"Yo no sabía realmente a qué estaba viniendo, y siempre (da gusto) llevarse uno una buena sorpresa (...) Ojalá más gente se diera la oportunidad de permitirse ser sorprendido por lo que va viendo", opinó a la salida de la función de este domingo.
"Me parece que sigue algo que ha sido ya casi la tradición canadiense de una fisicalidad bárbara. Fue una puesta en escena muy impresionante por ese lado; también el manejo escenográfico de las telas, muy precisa, muy bien. En lo personal, me pareció un poco repetitivo en algunas cosas, mucho tiempo de lo mismo. Pero eso no le quita mérito; (hay) mucha investigación de movimiento. Realmente, una muy buena obra", destacó.
Aficionados a las artes escénicas, Leslie y Tadeo, pareja de jóvenes dedicados a la venta de cerveza artesanal, salieron de la Covarrubias muy asombrados por la destreza física y narrativa de los bailarines.
"A mí me impresiona mucho la fuerza del cuerpo, eso se me hace bien impresionante, la capacidad de crear a través del cuerpo. Eso a mí me vuela la cabeza", compartió ella, de 28 años.
"A mí lo que me impactó es sentir todo lo que puedes expresar sin utilizar una sola palabra. Me parecía que era poesía, pero a través del cuerpo. Es muy emocional", resaltó él, de 32.
El cineasta Alexander Dahm, por su parte, compartió que la obra no logró conquistarlo del todo; "Es una pieza que tiene una ejecución extraordinaria, toda la parte formal es incuestionable, pero creo que el discurso que me regaló fue bastante parco comparado con el tiempo y los recursos que tomó", dijo.
"Me habló poco para el tiempo que me tuvo ahí y para el despliegue técnico que vi, que fue, una vez más, extraordinario, singular; realmente los bailarines son de primer nivel, la escenografía igual. Todo lo que es material y todo lo que es forma en esta pieza me pareció de aplaudirse, pero yo vengo a ver fondo, vengo a que me cuenten cosas, a que me hablen, y ahí me quedó a deber".
En su novena edición, que arrancó el viernes y continuará hasta el 18 de mayo, El Aleph tiene este año como eje temático las "Redes", y quizá pocas artes encarnen tal noción de la misma forma que la danza, con esa comunión de cuerpos que reptan, se contorsionan y amoldan con prodigiosa sincronía.
"A mí me gustaría que viniera mucha más gente. Es difícil de pronto", expresó Lavista, reconociendo también que la gestión para tener un espectáculo así en México no es sencilla; "implica muchos esfuerzos".
De cualquier forma, la creadora celebró la presencia de su disciplina en un encuentro como El Aleph, siendo que arte y ciencia entrañan motivaciones semejantes.
"La imaginación en el arte y en la ciencia en realidad están muy vinculadas porque se trata de resolver problemas. Y cuando tú ves esta obra te das cuenta de la cantidad de soluciones que encontraron tanto los intérpretes como el coreógrafo como el equipo. (Dices): '¡Guau!, todo lo que tuvieron que solucionar con esas poleas, con el timing'.
"Entonces, sí, finalmente la ciencia y el arte también tienen mucho que ver en este sentido de cómo se resuelven problemas estéticos o problemas científicos", remarcó Lavista, quien tras esta función invitó a no perderse ahora la mezcla de danzas urbanas y ballet clásico de Ever So Slightly Redux, que la compañía Rubberband presentará en El Aleph el próximo fin de semana también en la Sala Covarrubias. Los boletos tienen un costo de 400 y 500 pesos.