El desorden y la impunidad tienen nombre en el centro de Ciudad Valles: se llaman “los de bolita”. Día tras día, este grupo de vendedores ambulantes se adueña impunemente de banquetas, obstaculiza el paso de peatones, hostiga a los transeúntes y convierte la vía pública en su terreno personal.
Todo esto sucede a plena luz del día y con la complacencia —o la ceguera voluntaria— de las autoridades policiales; Policía Municipal, la Guardia Civil Estatal, la Fiscalía General del Estado y de la Fiscalía General de la República.
Ni operativos, ni sanciones, ni presencia visible. Las autoridades son un mito urbano: cuando aparecen, miran hacia otro lado o se retiran sin actuar, como si su única función fuera la de pasearse sin incomodar a nadie.
Lo que debería ser una zona ordenada y segura para todos, se ha transformado en un caos tolerado por las mismas autoridades que juraron aplicar la ley. El reglamento existe, pero en los hechos está guardado bajo llave o simplemente ignorado, mientras los vivales siguen haciendo su agosto a costa de la legalidad.
Es un hecho que los que llevaron la goligornia o “la Bolita” a Ciudad Valles, antes llegaron a un acuerdo económico con todas las autoridades, así es como “trabajan”, para no ser molestados cuando despluman a incautos.
Indigna ver cómo la autoridad permite a unos cuantos operar sin control, sin respeto y sin consecuencias. El mensaje es claro: en Ciudad Valles, la ley se aplica con tibieza y selectividad.
