San Luis Potosí, SLP.- La historia, escrita casi siempre desde una mirada masculina, ha dejado fuera del relato oficial a muchas mujeres que rompieron moldes y conquistaron territorios antes impensables. San Luis Potosí no escapa a esta omisión: mientras nombres como el de Ponciano Arriaga, Mariano Jiménez o Francisco González Bocanegra figuran con honores en calles, plazas y libros escolares, hay potosinas notables que quedaron relegadas al olvido.
Tres mujeres potosinas ilustran esa deuda histórica: una niña que surcó los cielos antes que nadie, una voz que estremeció Europa y un rostro que brilló en Hollywood antes que las grandes divas del cine mexicano.
Mariana González, una adolescente matehualense, hizo historia en 1862 al convertirse en la primera mexicana en volar sola un globo aerostático. Lo hizo con tan solo 14 años, desde la plaza principal de su pueblo, impulsada por el ingenio de su padre, Lucio González. La hazaña, que duró once minutos, colocó a San Luis Potosí como un referente temprano en la historia de la aerostación en México. Años después, Mariana participó activamente en la resistencia contra la invasión francesa, usando la palabra como arma en lecturas y discursos patrióticos.
Medio siglo después, otra potosina desafiaba fronteras, esta vez desde las artes escénicas. Enriqueta Ramírez Verástegui, nacida en 1883 en el municipio de Rioverde, incursionó en el cine cuando apenas se desarrollaba la industria. Con el nombre artístico de Ligia de Golconda, estudió actuación en California y participó en al menos ocho películas entre 1920 y 1935. Filmó tanto en México como en Estados Unidos, destacando en títulos como Fulguración de raza (1922) y Her Sacrifice (1926), esta última grabada en territorio estadounidense. Su carrera antecedió a la de figuras como Dolores del Río o Lupe Vélez, pero no obtuvo el mismo reconocimiento ni proyección posterior.
La escena musical también contó con una figura de peso. Ernestina Perea Sánchez nació en 1910 en la capital potosina y desarrolló una trayectoria internacional como soprano. Su voz llegó a los escenarios de Europa y México, y en 1943 participó en una función de Cavalleria Rusticana en el Palacio de Bellas Artes. Su repertorio abarcó desde la ópera hasta la canción popular mexicana. Tras años de docencia en la UNAM, volvió a San Luis Potosí, donde siguió impartiendo clases hasta su muerte, el 1 de junio de 1991.
A pesar de la aportación de estas potosinas a las ciencias y las artes, sus nombres permanecen ausentes de los libros de historia nacional y estatal, esperando aún la difusión y justicia histórica que las nuevas generaciones podrían brindarles.