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La transformación del Everest: de hazaña para expertos a destino turístico masivo

EFE | 07/05/2025 | 13:00

La primera persona en coronar la cima del Everest fue el neozelandés Edmund Hillary, que el 29 de mayo de 1953 logró alcanzar los 8.848 metros del pico más alto de la cordillera del Himalaya junto a su sherpa nepalí Tenzing Norgay.
 
Desde entonces, más de 7.000 personas han escalado la montaña más alta del mundo. Solo en 2024 lo hicieron 861 personas, muy cerca del récord alcanzado en 2019, cuando se contabilizaron 877.
 
A lo largo de los años, en esta empresa han perdido la vida 335 personas, de las que 110 eran sherpas.
 
Existen 18 rutas diferentes para escalar el Everest, aunque la mayoría optan por hacerlo a través de la cara nepalí de la montaña, mientras que solo el 30 % escoge la vertiente china.
 
Para esta hazaña se necesitan de media unos 40 días, incluyendo el tiempo necesario para ajustar el cuerpo a la altitud. Sin embargo, cada vez más personas utilizan mecanismos para aclimatarse en su casa y reducir la expedición a dos o tres semanas.
 
Otra de las comodidades que ya se ofrece a los turistas es la construcción de una nueva carretera que facilita el acceso a las faldas de la montaña, donde durante mucho tiempo solo se podía llegar en un vuelo hasta una precaria pista o tras una caminata de una semana.
 
Esta vía de 64 kilómetros conecta desde el pasado 4 de enero la capital de Nepal con el pequeño pueblo de Surkhe, que sirve de puerta de entrada al Everest.
 
Según los empresarios turísticos, el número de visitantes podría multiplicarse por diez en el futuro próximo, pasando de 50.000 a 500.000 al año.
 
Este aumento de escaladores ha dado lugar a la masificación de turistas en las laderas y, como consecuencia, a un severo impacto ecológico.
 
Para paliar el impacto ambiental y preservar el ecosistema del Everest, la secretaria adjunta del Ministerio de Turismo de Nepal, Indu Ghimire, ya modificó en 2019 la normativa.
 
Entre las medidas aprobadas se incluyó la obligación de que los escaladores lleven consigo bolsas biodegradables para sus desechos humanos y la prohibición de los plásticos de un solo uso en la región del Everest.
 
Aún así, desde 2019 se han recogido en la cordillera del Himalaya 19 toneladas de basura, amontonada por las cerca de 60.000 personas que se congregan anualmente en el campamento base del Everest.
 
Esta alta actividad humana provocó en 2022 que el Gobierno nepalí planteara trasladar el campo base para evitar la aceleración de la pérdida de hielo del glaciar de Khumbu, ubicado encima del campamento.
 
El calor generado por el gas para cocinar y calentar las tiendas es uno de los principales motivos del deshielo del glaciar, a lo que se suma la ausencia de baños, que obliga a los escaladores a hacer sus necesidades en la nieve, contribuyendo a la pérdida de hielo.
 
Asimismo, en 2021 se intentó limitar a 171 los ascensos diarios para evitar atascos en la cima y se empezó a exigir una autorización especial para tomar y compartir fotografías en las que aparecieran otros montañeros.
 
El objetivo de estas reglas fue evitar las polémicas fotografías del viral atasco ocurrido en mayo de 2019, cuando en un solo día se realizaron 354 ascensos, 212 por la cara nepalí.
 
Dichas imágenes manifestaron el peligro adicional que corren los alpinistas debido a los atascos, ya que cada minuto cuenta cuando uno depende de una botella de oxígeno y puede caer la noche, como se demostró en el atasco vivido en 2012, donde cuatro montañeros murieron por cansancio y mal de altura tras esperar demasiado en la 'zona de la muerte', la parte de la montaña por encima de los 8.000 metros.
 
Ahora, Nepal apuesta por incrementar la tarifa base para subir el Everest en primavera (la época de mayor afluencia): a partir del 1 de septiembre pasará de costar 11.000 dólares para los extranjeros a costar 15.000.
 
En el resto de temporadas el precio de los permisos subirá de 5.000 a 7.500 dólares en otoño, y de 2.750 a 3.750 dólares en invierno y temporada de monzón.
 
Cabe destacar que la escalada no es el único turismo que recibe el Parque Nacional de Sagarmatha, guardián del Everest, donde se han popularizado las excursiones privadas en helicóptero para observar la cima.
 
Se estima que cada año más de 6.000 helicópteros invaden el espacio aéreo del parque durante la temporada alta.
 
La contaminación acústica generada por estos vuelos, especialmente a baja altura, perturba la tranquilidad de las comunidades y tiene un impacto devastador en la fauna, puesto que los animales, desorientados y atemorizados, huyen de sus hábitats, exponiéndose a peligros y aumentando los accidentes con especies emblemáticas.
 
En diciembre de 2024, el parque intentó restringir los sobrevuelos turísticos en helicóptero a partir de 2025, pero el regulador civil de Nepal anuló la decisión.
 
Ahora, tras la orden emitida el año pasado por el Tribunal Supremo de Nepal de mejorar el control de las multitudes y la gestión de residuos en el Everest, el Gobierno nepalí parece más proclive a regular el turismo masivo en su enclave más icónico.