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HOMILÍA... Si le amas, cuidarás lo que es suyo

Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 04/05/2025 | 03:04

Un amor verdadero,  es extensivo,  no exclusivo. Una mujer que tiene corazón de madre, ama a sus hijos, pero  también, a los que podrían ser suyos. 

Así es el corazón de María, que ama a su Hijo, y también nos ama a nosotros, como ama a Jesús.

Si amas a alguien, también  cuidarás  lo que es suyo.

Por desgracia, el hombre no sabe amar; y confunde amor, con egoísmo.  

Por lo general, amamos algo de la persona a la que decimos amar; y rechazamos, lo que tenga que ver con ella. Tal vez, por miedo al sacrificio. 

Ya que, hay amores, que pueden llevarnos  a rumbos inesperados; pero, donde está el amor, ahí está la vida.

Esto, fue lo que el Señor,  le hizo saber a Pedro: “Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a dónde no quieras”. (Jn.21).

El amor verdadero,  nos puede llevar hasta  entregar  la vida.

Pocos son, los que están dispuestos a amar; porque, no todos están dispuestos a la renuncia.

Para ayudarnos amar alguien, es bueno recordar, que Dios, así lo ama; y también lo ama, como nos ama a nosotros. Solo así, podremos entender, que todos somos dignos de ser amados.

Si amamos a Dios, hay que amar también a los que son de Cristo.

El Señor, le confío sus ovejas a Pedro; pero, era necesario escuchar la triple confesión de amor,  para así poner, los corderos bajo su cuidado.

Y así lo dice el Evangelio: “ Por tercera vez le preguntó: Simón, hijo de Juan, ¿ Me quieres? Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta a mis ovejas”.(Jn.21).

Era necesaria, una triple confesión de amor. Ya que así, es como el Señor podría confiarle a  los suyos. 

Quien tiene la misión de guiar, incluyendo a los papás, necesita amar a Dios, para saber cómo amar a sus hijos, que no son suyos, más bien son, las ovejas del Señor.

Si amamos a Dios, podremos también amar a las ovejas del Señor.

Ya que Cristo, siempre nos va a manifestar su amor, por medio de los buenos pastores.

Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.


 

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
 
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
 
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
 
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
 
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
 
Ellos contestaron:
«No».
 
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
 
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
 
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.
 
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
 
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
 
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
 
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
 
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
 
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
 
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
 
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
 
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
 
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
 
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
 
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
 
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
 
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez:
«¿Me quieres?»
 
Y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
 
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
 
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».