Claudia Guadalupe Martínez Jasso. | 03/05/2025 | 10:04
Llegan a tu vida en el momento exacto en donde tu corazón pide a gritos consuelo celeste. O bien cuando has hecho suficiente trabajo interno, como para saber que mereces ser amado(a) incondicionalmente. Aparentemente tú los rescatas de la sumamente triste y desesperante situación de vivir en la calle, como vagabundos mudos, y si, por supuesto que les sacas de las garras terribles de la indiferencia, el hambre, el maltrato, la sed y la tristeza profunda, pero Ellos, en el primer segundo de cruzar su mirada con la tuya, te guiñaron el ojo haciéndote saber que por fin, podrías beber el agua de la ternura infinita que tanto te hacía falta, que serías reiniciado en un proceso de re-encuentro con el amor incondicional hacia ti mismo(a), que conocerías la fidelidad, la honestidad y la inocencia que tanto esperabas que fuera reconocido en ti y experimentado con otros seres humanos.
Cuando le tomaste en tus brazos y conectaste tu corazón al suyo, supiste que tu hogar estaría lleno de alegría, de risas, de cariño y de una calma del Alma que no se puede obtener si no es que, con esa vibración tan alta, tan dorada como la que tienen Ellos, los inocentes, los amorosos, los tiernos, los simpáticos, los que no están condicionados por el ego, cruzados por la palabra hablada que separa o invadidos por la perversidad. Y no nos confundamos, por supuesto, que de ninguna manera los animales no humanos, están aquí para nosotros. Ellos poseen su existencia intrínseca por sí, es decir, están aquí con nosotros, no para nosotros. Pero el Amor Divino sabe de frecuencias y vibraciones y es tan compasivo, que nuestros hermanos de otras especies entran en la vida humana definitivamente a abrir de nuevo nuestro corazón, que muchas veces está ya clausurado.
En muchas consultas terapéuticas he acompañado llantos profundos, sin embargo, me doy cuenta de que las lágrimas que limpian el alma después de una pérdida de un gato, un perro, un conejito, un cuyo, un caballo, una ovejita, un cerdito, una gallina, un pato o cualquier otro familiar de otra especie, son especialmente saladas y profundas. El dolor traspasa el Alma de una forma inefable. Son duelos incomprendidos, no acompañados, desesperados y solitarios.
Hay gente con traumas severos y el Alma congelada por haber vivido pérdidas de su familia de otras especies sin un abrazo real y comprensivo, porque lamentablemente a los seres que no son de nuestra especie se les cosifica o se les inferioriza, pero esas son creencias y el corazón no entiende, ni entenderá jamás de separación ni clasificaciones, de inferioridad ni superioridad. He sido testigo de muchas historias que pueden ser escuchadas en el calor de un lugar seguro de escucha plena, que tienen como protagonistas a los peluditos, plumíferos y escamosos que han salvado muchas vidas humanas.
Personas que hablan de su profundo deseo de abandonar esta tierra y que milagrosamente llegó un Ser de otra especie a su vida y con su amor, le dio el empuje para seguir adelante, para levantarse, bañarse, moverse y finalmente recuperar el deseo de vivir, al principio por ellos y al final porque se dieron cuenta de que el amor incondicional es posible. Entonces los animales no humanos ¿Son mascotas o son familia? Cohabitar con seres de otras especies, informándonos sobre sus necesidades, cubrirlas con amor y responsabilidad y desde una empatía profunda, ponernos en sus patitas y por un momento pensar, ¿Si yo fuera Él o Ella, como quisiera vivir en compañía de estos humanos? No te preocupes si el apego que sientes con tu perro, tu gatita o tu vaca parece de otro mundo. No te sientas raro(a) si tu lugar seguro y preferido en el mundo es acariciarlos y mirarlos se vuelve una contemplación indescriptible.
Es que tu corazón florece con su presencia. ¿Te has puesto a pensar alguna vez que la palabra dueño contiene en sí misma la condena de reducir a una cosa a quienes nos llenan de amor el Alma? Perrito, gatito mío, ¿Cómo podría yo ser dueño(a) de un ángel que lo único que me regala sin condición es presencia, perdón, inocencia, alegría, aceptación, ternura e iluminación? Dueño y mascota posiblemente deberían vehementemente dejar de existir en nuestro vocabulario.
Porque Ellos son nuestra familia. ¿Te has puesto a pensar por un momento, cuantos animales no humanos han sido amados(as) por tus ancestros? Son los grandes excluidos en nuestros sistemas familiares. ¿Y si les das hoy una mirada y un agradecimiento a esos Seres que en silencio brindaron tanto amor a tu sistema familiar? Oye, y tú ¿Amas o has amado a un Ser de otra especie? Esa gran bendición es uno de los regalos más milagrosos que podemos experimentar, porque quiere decir que las puertas del corazón, hacia otros universos más cercanos a la luz suprema han sido abiertas.
Quien ama, respeta y cuida a un animal no humano, ya comenzó a disfrutar del cielo en la tierra. Y que sepas, que Ellos, te miran con el amor más puro, porque te ven en tu Divina presencia original. Bendiciones para ti y tu familia de otras especies.
Gracias por caminar juntos.
Tu terapeuta