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LIBÉLULA EN EL PANTANO

Oscar Esquivel | 02/05/2025 | 09:32

Un insecto, apenas un insecto que sabe volar como ningún otro, arriba, abajo, delante, atrás, es un anisóptero, su vida se da en donde el agua es abundante, siempre buscan el agua. Lagos, ríos, pantanos, sus depredadores, los sapos, ranas, lagartijas, difíciles de atrapar, sus ojos giran en 360 grados, dos alas transparentes con la luz del sol se refractan, haciendo juego con sus colores metálicos llamativos, verde, morados, rosas, azules, su velocidad en pleno vuelo alcanza los 80kmph, no camina mucho, pero si atrapa insectos más pequeños con sus seis patas. La libélula un insecto de vida prolongada desde meses, hasta seis años, desde su proceso al nacer, vive en un huevo bajo el agua, camina posteriormente entre ramas, su metamorfosis completa es cuando deja el agua y por fin comienza a volar.
Ella, hermosa libélula, es el símbolo de sabiduría, plenitud, sapiensa, estudio, renacimiento transformador, sin duda el insecto de la madurez, esculpida en joyas de dinastías de emperadores japoneses, faraones egipcios, es la plenitud, la libertad incondicional, por ellos es uno de los animales de mayor misticidad que el hombre ha elegido para reflejarse en él.
Así la libélula, con su simbolismo y gallardía, con atributos infinitos, comúnmente termina sus días devorada por un sapo enorme, que emergió de entre aguas verdosas, desenrollando su lengua larga y pegajosa, que, al enrollarla nuevamente, tritura sin piedad el cuerpo frágil del aquel insecto que entre miles se distinguió, por su versatilidad para ser la figura que represente la transformación. Madura entre los millones de insectos.
¿Ser o no ser?, ¿somos o nos hacemos?, ¿libélulas o sapos?
Parece que la libélula no debería ser un símbolo de madurez para una sociedad carente de versatilidad que le haga reconocer su entorno tan complejo como un gran pantano, lleno de peligros, pero también de diversidad y vida.
Lo esencial lo confundimos con necesidad, cuando lo esencial esta en nuestra transformación como personas y sociedad, apartamos la libertad, para continuar siendo como los millones de insectos del lago, sin rumbo, solo sobrevivir. No somos libres, porque estamos sometidos a creer que todo lo necesitamos, material o no, estamos sedientos de verdades que no nos importan.
“Las masas se alejan de los hechos que no les guastan, y adoran los errores que los enamoran, quien sepa engañarlas, será fácilmente su dueño, quien intente desengañarlas con la verdad, será siempre su víctima” Gustave Le Bon.
En la historia las masas de hombres y mujeres se constituyen, en un orden impuesto, son crédulas y predispuestas a creer casi cualquier cosa que se les diga, es la filosofía psicológica de Le Bon, ya con argumentos sólidos de finales del siglo XIX. Hoy parece que se nos presentan como si fuera un hecho consumado, tal vez lo es, cada palabra vertida por un gobernante pareciera es ley sagrada, nos creemos libres, maduros, pero no somos más que una masa deforme sin objetivos claros dejándonos llevar. El individualismo nos hace creer que somos como la libélula, solitaria pero madura, transformadora y bella, sin embargo, el agua pestilente de la política nos engaña y ahoga cual ilusos somos.
Los Estados Unidos
Durante años tal vez unos 40, justo cuando el neoliberalismo emergía como una panacea a los problemas de pobreza mundial, los estadounidenses voltearon a ver a China, como un país que esclavizarían, las fuentes de trabajo para los norteamericanos, los llevaron en masa a las ciudades de China, el gobierno oligárquico gringo, prefirió la búsqueda de mano de obra barata, que fomentar el empleo en su propio país, como consecuencia, ahorcaron a su clase trabajadora desmoronando el cimiento de la economía, su clase media. En ese andar, los chinos se enriquecieron a tal grado que, el vecino del norte les debe 870 millones de dólares en bonos del tesoro.
Los ricos norteamericanos se hicieron más ricos, inmensamente ricos, el 1% esos son. Sus fortunas crecieron, mientras los sueldos de la clase trabajadora quedaron estancados, tanto que no superan en ocasiones lo básico para vivir, el americano promedio vive estresado, endeudado y enojado. Para acabarla de amolar, financian guerras, un año si y el otro también y mientras tanto los chinos invirtieron, en salud, educación, infraestructura, tecnología. En tan solo diez años, el partido comunista, y lo subrayo comunista, han sacado de la pobreza a 800 millones de ciudadanos, es decir la fortaleza de la economía del capital estadounidense, ahora lo tienen los chinos.
Donald Trump los culpa por sus tragedias, pero no, los oligarcas, el poder económico en fusión con el gobierno, sea el de ahora o anteriores, entregaron al país, convirtiendo a sus ciudadanos en poco emprendedores, enfermos, gordos, drogadictos. Les han hecho creer que son el país de la libertad plena, de los valores morales, de la democracia y la cristiandad.
El 10% del 1% de los mas ricos controlan 76% de la riqueza del país más poderoso, el 56% de los norteamericanos apenas con el 1.2% de toda la economía.
Tal vez en los Estados Unidos se esté generando un movimiento de libertad verdadera, en contra de la oligarquía y de recuperar sus sueños americanos.
¿Una revolución?, Una donde el sapo deje de deglutir la libélula norteamericana.
Del terruño
Potosí sin límites, ya por mero trámite, Potosí eternamente, o Potosí que se hereda. Un nuevo eslogan, una estrategia para el futuro electoral, campaña realizada por el enemigo de Andrés López Obrador, el estratega español Antonio Sola, “es un peligro para México”, ¿recuerdan? Después amigo del expresidente, hoy contratado por el gobernador de San Luis Potosí, seguramente no por menos de 100 millones de los grandes. “No importa yo Pollo”.
Mientras tanto el Alcalde de la Capital potosina del “potosí, informando inmediatamente, al día siguiente en conferencia de prensa, a modo por supuesto, del alcance de su festival del canto, “500 millones de pesos”, ¿Cómo?, ¿dónde?, ¿restaurantes, hoteles, tables dance?
¿De dónde en unas horas recopiló datos?, esta bien le creemos, pero entre tantos periodistas a nadie se le ocurrió, preguntarle ¿cuánto costó?, seguramente ¡No! 
Nos saludamos pronto
Oscar Esquivel