"A mí me tiene muy preocupado el Papa; creo que es muy peligroso, a diferencia de los anteriores, porque este cree en Dios", dice así en cierta entrevista un cantautor español, cuyas letras se han de escuchar en casa de agnósticos, ateos y también católicos, sobre el Papa Francisco.
Hace varios meses, en medio de una difícil incertidumbre personal, tuve un encuentro de esos fortuitos: Mientras recorría el catálogo de Netflix, procrastinando por la noche, apareció una miniserie de 4 capítulos titulada "Historias de una generación con el Papa Francisco". Y me dispuse a verla, sin expectativa colocada.
Hoy, después de recorrer la serie dos veces (y a mitad de camino con mi tercera), le ruego que converse con Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, a través de este documental. Guiados por el pontífice argentino, los capítulos llevan los siguientes nombres: "El amor", "Los sueños", "La lucha" y "El trabajo", cada uno con duración de menos de una hora (detallo de esta manera mi texto para decirle, querido lector, que no se haga: aparte 4 noches y goce de algo invaluable, además de que se la pasará muy bien y sonriendo frente a su dispositivo). Aquí el Papa cuestiona incluso eso de "tener una actitud positiva", y lo reinventa. Yo le puedo decir que la manera en que veo el mundo y mi carrera profesional cambió después de encontrarme con los seres humanos que aparecen ahí.
Ya el cardenal camarlengo, con cera y listón rojos, ha sellado la residencia del sucesor de San Pedro quien, hasta de manera simbólica, falleció en la madrugada posterior al domingo de Pascua. Partió un ser humano que sí creyó en la solidaridad, en la alegría, y en los sueños. Que admitió que en este mundo hay algo llamado "minorías", y a los jóvenes que conforman, no a la Iglesia católica, sino al mundo, les instó a ser conscientes de lo importantes que son; y que no vio a la Iglesia únicamente como institución. Persona que puso mirada iluminada en la libertad y no en la construcción de muros. Ese que opinó que es inhumano condenar y criminalizar en automático a los migrantes y que no tuvo miedo de llorar por el dolor del mundo y su historia; valiente para pedir perdón. Francisco fue el Papa que aseguró que nadie, ninguna divinidad, puede quitarle a una persona su derecho a ser amada. Por lo tanto, aquel cantautor español tenía razón: por creer en todo esto, el Papa Francisco es un hombre que sí creyó en Dios.
Vivimos en la misma época de un pontífice que afirmó ser parte de una Iglesia de seres imperfectos, agregando que el templo de los santos está en "otro lado". A Bergoglio le tocó un paquetote como líder espiritual, "se le juntó el changarro" como decimos, y aún así, decidió no ignorarlo y enfrentarlo. Dio apertura a diálogos y oídos que nunca antes se habían otorgado por parte del catolicismo. Porque este, querido lector, fue un Papa que desterró la indiferencia. Luchó contra ella, siendo una palabra que, por desgracia, está acumulando definiciones entre nosotros.
Hay quienes, fervientemente, hablan de su figura como un antes y un después en la relación del mundo con el clero y que sus ideales se convirtieron en una revolución pacífica. Pero hay también quienes consideran tibias sus decisiones, como si hubiera estado dando un paso hacia delante y dos para atrás. Que no rompió con la tradición instalada del dogma católico y no fue lo suficientemente tajante en muchos temas en los que, consideramos desde nuestra trinchera, lo debió ser. Y hay otros más que esperan que quien le suceda dé marcha atrás a las ideas de Francisco.
Y es en este pensamiento donde encuentro algo interesante: Bergoglio, futbolero seguidor del San Lorenzo, tal vez no terminó de afianzar, recordemos que en 12 años, su labor apasionada. Pero sabe usted, ¿qué fue lo que sí hizo? Y reto con respeto a cualquiera a que me lo niegue: sembró. Y desconocemos a quién le tocará cosechar. No sabemos quién le sucederá y si esta persona tendrá, siquiera, el interés de trabajar la misma tierra que su predecesor. ¿Entonces dónde está la siembra de Francisco que sí queda atendida? Esa permanece en un migrante esperanzado, o en una joven que piensa que no pertenece a la oprimente estructura social de su alrededor y por primera vez se siente escuchada, o en un padre que admite un error, se perdona, y sigue adelante. Son estos seres humanos los que conforman la Iglesia, no los intereses de un pequeño grupo de sacerdotes políticos.
"Un Papa no tan Papa", pero creo que, precisamente porque hablamos de la persona que bailó tango, que cantó gol, que fue maestro de literatura, capaz de citar tanto una canción de La Ley como escenas de películas ("La strada" de Federico Fellini, por ejemplo), y porque es un pontífice que creyó en la vida, que sabía que hay destrucciones en nuestro planeta, y porque siempre confirmó que podemos ser mejores y se atrevió a escuchar a quienes no habían sido escuchados, y fueron ignorados y juzgados por otros pontífices, esto lo hace un Papa más que Papa. Francisco no le habló a los católicos, le habló al mundo.
Así como le recomendé la mencionada miniserie al principio del texto, no quiero dejar de proponerle ver "Amén: Francisco responde" documental de Jordi Évole disponible en Disney+; y, desde luego, "Esperanza" la autobiografía de Jorge Mario Bergoglio, hombre ágil, picudo, de un humor buenísimo, e inspirado y emocionado de conversar.
En un mundo donde el odio campea mucho más de lo debido, yo sí creo en la bondad que el Papa Francisco predicó. Tuvimos la fortuna de estar frente a un hombre cuya fe, tanto en Dios como en el ser humano, pudo llegar más lejos que el dogma.
Le dejo una recomendación musical para su fin de semana: El tango "Pero yo sé", de Azucena Maizani.