Si hay una palabra que define a la perfección el cine de Gareth Evans esa es, sin duda, "estragos" los genera a cada segundo adrenalínico de su duología de culto de La Redada. Los provoca en la psique aterrada del personaje principal de Apóstol. Y son con los que pinta de rojo los turbios barrios londinenses en la serie Gangs of London.
No por nada el director, guionista, editor y coreógrafo de stunts galés es considerado como una de la mentes más poderosas del cine de acciónmoderno. Basta con ver cómo hace que su "muso", Iko Uwais, rompa huesos en todas las cintas que han hecho juntos.
Ahora, a partir de este 25 de abril, Tom Hardy se pondrá al frente de los trancazos, la sangre a borbotones y lo áspero del trabajo de cámara en el filme Estragos (Havoc), que llega en exclusiva a Netflix.
"Dije: 'Lo único que quiero hacer es una película de acción de 100 minutos', y todo lo que tenía en ese momento en mi cabeza era la imagen de un policía en la escena de un crimen vertiendo un montón de cocaína en una taza vacía", recuerda Evans.
Esa imagen lo llevó a escarbar en la mente de su nuevo héroe, o mejor dicho, antihéroe: Walker (Hardy), un detective corrupto, hastiado y mal herido que se sumerge en el submundo criminal de su ciudad para rescatar al hijo de un político. En el camino, descubrirá una red de corrupción y violencia que pondrán en riesgo su vida.
"Al principio mi tendencia es intentar entender ese mundo. Me gusta descubrir quiénes son los personajes principales y qué rol tienen en la historia que estamos contando. Entonces, este es un policía corrupto, pero ¿Dónde vive? ¿Dónde está su familia? ¿Quiénes son sus seres queridos?", reflexiona el cineasta, responsable de Merantau, otra joya del género.
Debido a los daños que Walker deja a su paso, la ciudad en la que ocurre la acción es un personaje más en la trama. Sin embargo, lo que en pantalla aparenta ser una metrópoli oscura de Estados Unidos, en realidad fue recreada en el Gales natal de Evans.
"Es una combinación de elementos. A un nivel egoísta, la idea de terminar un día de rodaje y poder ir a casa a leerle un cuento a mi hijo a la hora de dormir me resultaba muy llamativa. Y Gales es donde crecí, donde me enamoré por primera vez de la idea del cine, no solo como una forma de arte, sino como, quizás, una carrera que podría seguir", reconoce el realizador en entrevista escrita.
Trancazos sostenibles
Para lo que sí no hubo espacio al rodar la película, fue para crear estragos en el medio ambiente. Evans y su equipo se propusieron ser lo más ecológico posibles, por lo que contrataron a una gestora que les propuso crear una turbina de viento para generar electricidad, usar autos eléctricos en las escenas de persecución y hacer que los efectos visuales y prácticos fueran sostenibles.
"Es de lo más agradable que se preocupen en serio por la ecología. Esto demuestra que hacer una película que sea lo más sostenible posible es más fácil de lo que la gente piensa, incluso si incluye a tantas personas con tantos vehículos", añade Jessie Mei Li, quien da vida a Ellie en la trama.
Y aunque Evans es conocido por emplear coreografías milimétricas para sus escenas de acción, efectos prácticos, stunts y tomas con muy pocos cortes, por primera vez decidió echarse un clavado en las maravillas del CGI y la realidad virtual. El resultado se puede ver desde la primera impactante secuencia de Estragos.
"Íbamos a tener que filmar la persecución del camión (con la que abre el filme) en siete u ocho noches. Y desde el punto de vista de la continuidad, podía pasar que ninguna de esas noches se pareciera entre sí", indicó Ed Talfan, quien produce la cinta junto a Evans y Hardy.
"Así que en cuanto Gareth se puso el casco de Realidad Virtual y entró a este espacio virtual con una cámara e hizo la coreografía de la persecución en un espacio virtual... fue toda una revelación. La libertad que le da al cineasta esta tecnología, es asombrosa".