Cuando nos lesionamos, una parte de nuestro cuerpo físico, el milagro de la vida y la biología, nos muestran como el sistema complejo y maravilloso de interconexiones, trabajan al unísono para regenerar tejidos y también los órganos en sincronía buscan regresar a nuestra anatomía, a la armonía naturalmente. La vida en sí misma tiende a la sanación. Aun así, de inmediato nos asistimos y buscamos rápidamente la cura y nos recuperamos con medicina en toda la extensión de esa palabra.
Pero y ¿Qué sucede cuando los golpes o lesiones son psíquicas? Y ¿Qué pasa si los desgarramientos psicológicos se han ocasionado por golpes que no son tangibles, pero que duelen igualmente? Y ¿Qué sucede si el cerebro no diferenciara entre un ataque físico y uno verbal o energético? ¿Has sentido que te duele el Alma? A veces, es tan profundo el quebranto, que la fisura invisible del inconsciente permanece allí, en las sombras, como un río seco, como una grabación que se repite una y otra vez, en una tortura que funciona como un ruido estridente, como una alarma constante, como un secuestro mental. Tal vez, los primeros auxilios emocionales o mentales, e incluso energéticos, no forman parte de los botiquines de nuestros hogares.
Es posible que aún utilicemos la frase “Estás traumado(a)” para ofender a alguien, como si eso fuese algo elegido, una parte de la personalidad o un estigma de la desgracia de la mala suerte. Y no. No es así. La violencia es la generadora de hematomas psicológicos, de traumas, de fisuras, de fracturas psicológicas. Y es que hay violencias de todo tipo. Las hay tan encubiertas que desgraciadamente en muchas ocasiones los mismos seres amados de las víctimas siguen tocando las heridas frescas de sus parientes o amigos, sin darse cuenta de que esas grietas se infectan cada vez, un poco más. ¿Te pasó alguna vez?
Es como vivir atrapado(a) en la mente, o en un rincón de la mente, en un espacio oscuro y frío. Tu Ser te grita a través de pesadillas, de fobias, miedos “irracionales”, (lo entrecomillo, porque a veces no lo son en absoluto), de volverte ermitaño(a), de somatizaciones físicas, del sonar del corazón que te retumba en los oídos, porque tu inconsciente biológico siente la respiración del depredador en la nuca. ¿Alguien te ha acompañado a mirar esa herida? ¿O acaso la escondes? Y es que, el acoso en los colegios, los trabajos o la familia va dejando esas huellas, esos surcos, en las mentes, que en realidad están allí para ordenar, para crear, para intelegir, para comunicar. Y es sumamente triste, que la obsesión, que el miedo sean los barrotes de una cárcel que ahoga con sus turbias pestilencias al intelecto.
Es sumamente lamentable, que la danza de la conexión, entre el corazón, la mente, el cuerpo y el Espíritu se disipe o se debilite, al grado de vivir en supervivencia. Tener un trauma no es tema de vergüenza. Aceptarlo y posteriormente sanarlo, es fundamental para una salud integral. Si has vivido un evento emergente o trágico, pérdidas súbitas, catástrofes, o alguna otra circunstancia que ha golpeado tu psiquis. ¿Por qué o para qué es que esa lesión sigue doliéndote la vida?
Mereces el bálsamo del amor, la comprensión, el trabajo psicológico, emocional, energético e incluso físico que te permita recuperar tu vida como antes de ese o esos golpes. Porque si no lo atendemos, el estrés crónico que viene después es indudablemente todo, menos una vida plena. Por favor, se compasivo(a) contigo. Investiga, busca a personas capacitadas teórica y álmicamente para acompañarte con respeto, amor y sabiduría en ese camino de recuperación.
Porque tal vez, no te acostumbrarías a andar con una herida visceral abierta por la vida. Entonces, ¿Por qué sí, con una herida psíquica? ¿Por qué no es tangible? Pero lo sientes, a diario lo sientes. ¿Cómo crees que te afecta en tus relaciones, con los demás y contigo mismo(a)? Mereces salud cerebral, psíquica o álmica, psicológica, emocional y energética. Mereces estar integrado(a) en todos tus sistemas.
Mereces ser escuchado(a), validado(a), creído(a) y acompañado(a) adecuadamente. Mereces volver a la armonía. El surco que adolece en el profundo inconsciente, guarda las memorias de dolor que afectan nuestra forma de ver al mundo y a los otros. ¿Qué pasa si de esa lamentable herida o trauma extraemos el dolor y cuando sane lo convertimos en sabiduría? ¿Tienes alguna herida en tu Alma?
Te invito a remendar los fragmentos de tu Alma, a confiar en una poderosa fuerza Divina y amorosa que te entrega a manos llenas los recursos y medicinas necesarias para portar cicatrices, que al mirarlas te quede en el rostro una sonrisa de alivio, que solo el amor propio dibuja refulgente, frente al espejo.
Gracias por caminar juntos.
Tu terapeuta
Claudia Guadalupe Martínez Jasso.