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La Voz de... ¿Soy yo, Señor?

Juan Jesús Priego Rivera | 19/04/2025 | 03:14

Ha sido siempre el más grande traidor

El rector del Pontificio Colegio Mexicano en Roma, Juan Jesús Priego Rivera, relató que “Amos Oz (1939-2018), el gran escritor israelí, se mostró perplejo ante el papel que jugó Judas en la pasión de Cristo. ¿Qué tenía que hacer este pobre hombre en un drama de tales dimensiones? ¿No es, por así decirlo, una figura innecesaria y sobrante? El problema con Judas -dice Amos Oz- es que gracias a él, o, para decirlo mejor, por causa suya, durante dos mil años los judíos han sido perseguidos y ultrajados, humillados y ofendidos”.

“En la tradición cristiana -escribió nuestro autor-, en lo profundo de la psique cristiana, Judas ha sido siempre el más grande traidor: el más aborrecible, malvado, deshonesto, repugnante y ávido. Por lo menos así lo dice todo diccionario europeo, donde la palabra ‘Judas’ equivale sencillamente a ‘traidor’… Judas, judío: la estrecha semejanza entre ambos términos en casi todas las lenguas suscita infinidad de prejuicios malévolos y racistas. Llamar a alguien Judas es como escupirle a la cara…”.

¿Tiene razón Amos Oz? Una cosa, sin embargo, es cierta: nadie, por lo menos en un país de Occidente, impondría el nombre de Judas a uno de sus hijos. En todo caso lo llamarán Tadeo, en honor al otro Judas, pero no Judas a secas. El nombre mismo ya suscita una cierta inquietud.

 

Judas, el Chernobyl del antisemitismo cristiano

Priego Rivera consideró que “En esto tiene razón Amos Oz: para muchos cristianos, Judas y traidor son palabras sinónimas e intercambiables. El traidor por antonomasia es Judas. No es un traidor entre otros, sino EL TRAIDOR. “El personaje de Judas en los evangelios es el Chernobyl del antisemitismo cristiano de los últimos dos mil años”.

Dijo que “Judas -pensó Amos Oz al leer los evangelios- era un personaje que debía ser eliminado de la narración, cancelado, al menos para no dar pie al antisemitismo y al desprecio de Israel. No estaba de acuerdo en que tal hombre existiera. ‘Fue entonces cuando me di cuenta -confiesa- que esta historia es todo menos inocente: el Judas de los evangelios es la venenosísima fuente de la que brota el ancestral arquetipo del judío eternamente demonizado y maldito’”.

“Un editor decente -pensé entonces y sigo pensándolo todavía hoy, dice Oz- habría quitado esta historia de los evangelios. Es un apéndice desagradable y además no es necesario para el desarrollo del drama. ¿Qué habría faltado si Jesús hubiese ido directamente de Belén al río Jordán a través de Galilea y Samaria, y después al Monte de los Olivos y Jerusalén para la crucifixión y la resurrección sin Judas y sin las monedas de plata y sin el beso de la traición?

 

Ninguna otra historia ha suscitado tantos odios

El religioso potosino consideró que “Ninguna otra historia ha suscitado tantos odios, tanta violencia, tanto derramamiento de sangre, tantas persecuciones, tantos genocidios, como la odiosa historia de esta traición, de las treinta monedas de plata y del beso…”.

Pues bien, esto es, hasta poco antes de morir, lo que pensaba Amos Oz acerca de Judas y los evangelios, y esto lo que escribió en un volumen titulado Jesús and Judas. ¿Qué decir al respecto? ¿Qué responder a esta acusación aparentemente tan bien fundada?

Si yo hubiera sido uno de los cuatro evangelistas –ese editor del que habla Amos Oz-, ¿habría quitado de en medio a Judas? ¿Habría omitido su traición por las consecuencias desagradables que esta traición habría de suscitar en el tiempo? ¿Habría callado el incidente de las treinta monedas de plata?

Aquí, sin embargo, se choca contra la realidad. Porque los evangelios no son una historia de ficción –ni una novela como las buenas novelas que escribía Amos Oz- de la que se pueda a placer suprimir personajes, sino una historia verdadera que necesitaba ser contada tal y como ocurrió.

 

Los evangelistas hubieran querido que su Maestro no fuera entregado a sus enemigos

Juan Jesús Priego detalló que “En Niebla, la novela de don Miguel de Unamuno, Augusto Pérez, personaje de ficción, pide a su creador –es decir, al mismo don Miguel- que no lo mate al final de la historia porque lo que él quiere es “vivir, vivir, vivir”. ¿Por qué no pensaba en otro final menos cruel para Augusto Pérez?”.

Agregó que “Un personaje de ficción está siempre, por así decirlo, en las manos de su creador, y éste puede asignarle el destino que prefiera: matarlo al final o sencillamente dejarlo vivir. Pero, ¿puede hacer lo mismo un historiador con un personaje del pasado? El historiador debe dar cuenta de lo sucedido tal y como sucedió y no como le habría gustado que sucediese. En eso se distingue el historiador del novelista”.

Dijo también que “Estoy seguro de que también los evangelistas hubieran querido que su Maestro no fuera entregado a sus enemigos. Pero sí lo fue, ¿tenían que callar el hecho por parecerles oprobioso? Estoy seguro de que los primeros interesados de que entre los suyos no hubiera un traidor eran los mismos apóstoles. ¿No era demasiado vergonzoso que de entre ellos surgiera el que habría de traicionar al Señor? Sin embargo –y esto también hay que decirlo-, mal haría quien por acusar a Judas se creyera incapaz de hacer lo mismo que él, o incluso cosas aún peores. Por desgracia, todos podemos hacerlo, y quien culpe al pueblo judío en razón de Judas es un fariseo y un hipócrita. Por desgracia, todos somos capaces de una traición de ese calibre, y los mismos apóstoles dudaban de sí mismos, como consta en los evangelios. Porque durante la última cena, cuando Jesús anunció que uno de los suyos lo iba a entregar, cada uno por separado le preguntó si no sería él el traidor:

“Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo:

“-Uno de ustedes me va a entregar.

“Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle:

“-Soy yo, Señor?” (Mateo 26, 21-22).

Con lo cual daban a entender que no estaban seguros de sí mismos ni de la firmeza de su fidelidad. Como debía ser, porque se sabían débiles”.