EN EL COMPLEJO ENTRAMADO político mexicano, la violencia ha dejado de ser un fenómeno aislado para convertirse en una herramienta estratégica que la clase política utiliza en su beneficio.
LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS, el hallazgo de cadáveres en fosas clandestinas y la omnipresencia del crimen organizado han generado un clima de inseguridad que, a su vez, se ha transformado en un escenario propicio para la lucha por el poder.
CON LOS HALLAZGOS QUE SE HAN mediatizado sobre el famoso rancho de exterminio en el estado de Jalisco, la miseria que se desdobla en encontrar responsabilidades gubernamentales, se convierte en el ejemplo más palpable en esta repartición de culpas.
ENTRE AQUELLOS QUE DESDE LA oposición exigían en su momento justicia en el caso de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, ahora se defienden del escándalo que también se genera por el Rancho Izaguirre y sus 400 pares de zapatos y mochilas, en donde se esgrimen hasta teorías de golpeteo político.
LO QUE NO DEJA DE SER UN contexto triste para aquellos padres, madres, hermanos esposas y esposos, hijos e hijas que no han dejado de buscar a los suyos, desaparecidos en algunos casos, por años.
AMIGO LECTOR, AGUAS BLANCAS, Acteal, y hasta los muertos de Tula, Tlatelolco, todas las matanzas y desaparición de personas, en muchos casos inocentes, fueron también escándalos políticos en los cuales no caben ya colores o filias políticas, porque la justicia también se esfumó con los años.
SIN EMBARGO HOY, CADA VEZ que se desata un escándalo vinculado a la violencia, los políticos se apresuran a posicionarse. Algunos lo hacen para criticar al gobierno, señalando su incapacidad para garantizar la seguridad y el bienestar de la ciudadanía.
OTROS, EN CAMBIO, UTILIZAN estos eventos trágicos para justificar políticas de reconstrucción, o para reforzar su propio discurso de defensa de la ley y el orden. En este sentido, la violencia se convierte en un botín político, un recurso que se explota para ganar adeptos o deslegitimar al adversario.
LA DESAPARICIÓN FORZADA DE personas ha sido un tema recurrente en el debate político. Mientras que algunos actores políticos utilizan estos casos para evidenciar la falta de acción del gobierno, otros minimizan la situación, argumentando que se trata de un fenómeno asociado a la delincuencia común, o hasta un montaje de la oposición; así la responsabilidad del Estado en la protección de sus ciudadanos.
ESTE DOBLE DISCURSO NO SOLO ES irresponsable, sino que también deshumaniza a las víctimas, convirtiéndolas en meros números en un debate político que, a menudo, carece de empatía.
POR OTRO LADO, EL HALLAZGO DE fosas clandestinas ha desatado un mar de reacciones que van desde el horror hasta la indignación pública.
SIN EMBARGO, LA MANERA EN que se aborda este tema a menudo revela más sobre la estrategia política de quienes comentan, que sobre la realidad de los hechos.
EN LUGAR DE CENTRARSE EN LA necesidad de justicia y en la búsqueda de los desaparecidos, algunos políticos optan por convertir el dolor ajeno en un argumento que les permita atacar a sus rivales, manipulando la narrativa a su favor, como se ha venido dando.
EL PODER FÁCTICO DEL CRIMEN organizado ha penetrado diversas esferas gubernamentales, lo que ha llevado a una normalización de la corrupción y a una erosión de la confianza en las instituciones. En este contexto, la clase política parece más interesada en proteger sus intereses que en combatir la violencia.
LA LUCHA CONTRA EL CRIMEN SE convierte en un discurso que se utiliza selectivamente, dependiendo de la conveniencia de cada partido o figura política, evidenciando así la falta de un compromiso real por parte de quienes deberían velar por la seguridad de la población.
LA VIOLENCIA EN MÉXICO SE HA convertido en un escenario donde la clase política, en lugar de ofrecer soluciones y empatía, se dedica a hacer del dolor y la tragedia un medio para alcanzar sus fines.
ESTA DINÁMICA NO SOLO perpetúa el ciclo de violencia, sino que también aleja a la sociedad de la posibilidad de encontrar respuestas efectivas y humanas a los problemas que enfrenta.
NO SE PUEDE APLAUDIR A LOS que buscan a sus seres queridos porque no deberían ser ellos los que con palas en el desierto hagan esta tarea. Encontrar “un diente” significa paz y cierre para una familia.
NO SE PUEDE ATACAR SU LABOR ni dejarlos a merced de sus victimarios, porque se lo buscaron. No podemos ser indolentes ni infames.
HASTA LA PRÓXIMA.