Lunes 10 de Marzo de 2025 | Aguascalientes.

ARQUITECTOS DEL CAMBIO

Punto Crítico | 10/03/2025 | 08:33

Twitter: @Mik3_Sosa

¿Qué hace que un recuerdo se vuelva imborrable o que una habilidad se refine con la práctica? La respuesta está en la potenciación a largo plazo y la plasticidad hebbiana, procesos fundamentales en la manera en que nuestro cerebro aprende, cambia y se adapta. A lo largo de la vida, nuestras experiencias moldean el tejido neuronal, fortaleciendo o debilitando conexiones según su uso. Pero ¿cómo funciona esto en la práctica? ¿Y qué implicaciones tiene para nuestro desarrollo personal y emocional?

La potenciación a largo plazo es el mecanismo mediante el cual la repetición de una experiencia refuerza las sinapsis entre neuronas, facilitando la retención del aprendizaje. Esta idea, propuesta por Donald Hebb en 1949, se resume en su famosa frase: "Las neuronas que se activan juntas, se conectan entre sí". En otras palabras, cuando dos neuronas se estimulan de manera repetida y coordinada, la conexión entre ellas se fortalece, volviéndose más eficiente con el tiempo. Este principio explica desde la memoria hasta la consolidación de hábitos, pero también revela cómo nuestras creencias y emociones se estructuran en el cerebro.

¿Significa esto que estamos condenados a repetir patrones una vez establecidos? No necesariamente. La plasticidad hebbiana no solo refuerza conexiones, sino que permite modificarlas o debilitarlas si dejan de ser útiles. Esto es clave en la superación de traumas, la adquisición de nuevas habilidades o el cambio de mentalidad. Por ejemplo, una persona que durante años ha asociado el fracaso con la frustración puede, mediante experiencias correctivas y repetición consciente, reformular esa relación y aprender a ver el error como una oportunidad de crecimiento.

Los expertos en neurociencia y psicología aplicada destacan que la clave del aprendizaje y la transformación personal radica en la exposición continua y la práctica deliberada. Según el investigador Michael Merzenich, pionero en estudios de plasticidad cerebral, "el cerebro está diseñado para cambiar, pero necesita estímulos adecuados y repetitivos". Esto explica por qué la terapia cognitivo-conductual es tan efectiva: al trabajar activamente en reformular pensamientos y conductas, las conexiones sinápticas se reconfiguran para favorecer nuevas respuestas emocionales y conductuales.

Pero la plasticidad hebbiana no solo impacta la memoria y la conducta, también influye en nuestra identidad. Si desde la infancia alguien es reforzado con mensajes positivos sobre su capacidad, crecerá con mayor seguridad en sí mismo. En contraste, si se enfrenta a entornos negativos, la estructura neuronal que sostiene la autoestima se verá afectada. Sin embargo, este no es un destino inamovible; al reconocer estos patrones y trabajar en nuevas experiencias, es posible transformar la percepción de uno mismo.

¿Cómo aplicar este conocimiento a la vida cotidiana? La clave está en la intención y la constancia. Si queremos desarrollar una nueva habilidad, mejorar nuestras relaciones o cambiar nuestra manera de ver el mundo, es fundamental practicar con frecuencia y exponernos de manera repetida a los estímulos adecuados. Así como los músicos ensayan una pieza hasta que se vuelve parte de su memoria muscular, podemos entrenar nuestras mentes para responder de manera diferente ante los desafíos.

La ciencia nos muestra que el cambio no es una utopía, sino un proceso real y tangible. La potenciación a largo plazo y la plasticidad hebbiana nos enseñan que no estamos atrapados en viejos patrones, sino que podemos construir nuevas conexiones para aprender, sanar y crecer. Si cada experiencia moldea el cerebro, ¿qué nuevas conexiones quieres fortalecer en tu vida?