Ahora que los discursos de defensa de la soberanía nacional se han puesto más que de moda entre la clase política, se esgrime la figura del presidente de los Estados Unidos Donald Trump como el artífice de nuestra circunstancia, una vez que entró la decisión de gravar con aranceles las exportaciones de México a los Estados Unidos.
Y para los que saben de economía y de política internacional también se ha abierto un foro de opinión sobre los efectos que en el corto y mediano plazo pueden tener este tipo de acciones, y la realidad es que no sería la primera vez que la economía mexicana sufre un revés, en esta ocasión con el precedente histórico de que sea nuestro principal socio comercial quien nos propina directamente un golpe. Sin embargo también debemos recordar que desde que vivimos en un mundo de economías globales, México no ha sido un país que salga bien librado de sus diversos efectos.
El discurso de la presidenta de México Claudia Sheinbaum, se establece como el eje que desde sus entrañas encarna la política de la cuarta transformación que apuesta a la unidad del país contra el que parecen dibujar ya no como amigo sino como rival.
Y en cascada las instancias que se desbordan del discurso presidencial, también se desdoblan en la retórica de considerar que la injusta decisión arancelaria es un ataque directo contra todos los mexicanos, en medida de que afectara directa o indirectamente la economía.
Y quiero dejar claro amigo lector que la conducta de bravuconería y xenofobia que ha distinguido al presidente Trump, cuyo trasfondo y show mediático se supone le hará ganar simpatías entre sus electores, también le allana el camino ante el senado de aquel país que de entenderlo así, le sirve para legitimarse dentro de su política proteccionista.
Hoy más que nunca como parte de una lógica en la que debemos entender que somos un país fuerte, y que somos capaces de funcionar como unidad, promoviendo el consumo interno, protegiendo la economía haciendo valer la frase de que lo hecho en México está bien hecho y lo hecho en San Luis aún más, es importante entonces enfrentar al verdadero enemigo que también culturalmente nos acompaña y que es la falta empatía por lo que sale de nuestra propia casa, y que Octavio Paz le dedicó muchas líneas en el Laberinto de la Soledad. Nuestro malinchismo exacerbado por cientos de años de vecindad y que se asoma en todo lo cotidiano.
El cambio cultural en lo que se antoja sea tal vez un nuevo capítulo en la historia de nuestro país, tendría que llevarnos necesariamente no solo a ser solidarios, sino a creernos mejores verdaderamente. Y ese es el enemigo más común y tal el más fuerte que tenemos como país. Y no viene del extranjero.
En lo que refiere a la política y administración gubernamental, la tarea no es sencilla al tiempo que acompañado de esto, necesariamente tendrá que recuperarse la confianza en las instituciones públicas de cara a la ciudadanía a fin de que sea congruente el decir y el hacer.
Y como muchos ciudadanos se preguntan ¿que es lo que nos piden que hagamos? Pues créame que no se trata de levantar Armas, ni iniciar una guerra de insultos, no se trata de generar animadversión por lo americano, sino que amemos y confiemos más en nosotros como ciudadanos, como parte de un gran país como lo es el nuestro y que ha demostrado ser capaz de enfrentar cualquier reto y salir adelante.
Lejos está pensar que esto se convierte en una debacle, a mí me gusta más pensarlo como una gran oportunidad.
Usted ¿no lo cree?
HASTA LA PRÓXIMA.