San Luis Potosí, SLP.- El pasado lunes, Padres de familia del Instituto Hispano Inglés alzaron la voz para denunciar más de 30 casos de acoso escolar y bullying en los niveles de primaria, secundaria y preparatoria. Lo hicieron a través de una manifestación pacífica frente a las instalaciones del colegio, exigiendo medidas concretas ante lo que calificaron como una crisis de violencia escolar ignorada por la administración del plantel.
Los inconformes afirmaron que en primaria se han registrado al menos 25 casos de acoso, mientras que en secundaria y preparatoria, un grupo de cuatro estudiantes han sido señalados como agresor recurrente.
“Mi hijo lleva meses siendo acosado. Lo empujan, le quitan sus cosas, lo insultan. Hemos denunciado varias veces, pero nos ignoran. Nos dicen que ‘están tomando cartas en el asunto’, pero todo sigue igual”, señaló una madre de familia.
Los testimonios afirman que ante esta situación tan crítica, las autoridades del instituto han tratado de minimizar las denuncias e incluso habrían intentado silenciar a los padres.
“Cuando una de las madres decidió manifestarse, le pidieron que se retractara, que dijera que la escuela ya estaba actuando, pero ella no aceptó porque sabe que correr al niño agresor no es la solución, sino brindarle la atención psicológica que necesita”, explicó un padre de familia.
El incidente más grave ocurrió el pasado viernes, cuando un niño de siete años atacó a su compañero con unas tijeras, encajándoselas en la cabeza y luego golpeándolo en el pecho.
“A mi hijo lo han golpeado, le han roto sus cosas, y ahora casi lo lastiman de gravedad. Cuando fui a la escuela a exigir respuestas, me dijeron que revisarían las cámaras y me avisarían, pero hasta ahora nadie me ha llamado”, denunció la madre del menor agredido.
El niño agresor, de acuerdo con los testimonios, ya tenía antecedentes de violencia en otro colegio.
“Lo expulsaron del Colegio Apostólica porque le encajó un lápiz a otro niño en el cuello. Aún así, el Hispano Inglés lo aceptó con una carta de buena conducta. ¿Cómo es posible que no supervisen estos casos?”, criticó un padre de familia.
Por su parte, los padres del niño agresor han minimizado el problema.
“Si rompió un lápiz, lo pagan; si dañó una mochila, la reponen. Pero esto no es una cuestión material, estamos hablando de la seguridad de los niños”, agregó otra madre indignada.
El conflicto escaló hasta las instancias gubernamentales, donde la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) se deslindó de cualquier responsabilidad y trasladó la situación al Sistema Educativo Estatal Regular (SEER).
“El SEER es el que debe tomar de primera mano estos casos en escuelas privadas. Existen procedimientos administrativos que deben seguirse para corregir y prevenir estas situaciones”, declaró el titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo.
Sin embargo, hasta el momento, ni el SEER, ni la SEGE, ni las autoridades del Instituto Hispano Inglés han emitido un pronunciamiento oficial sobre las denuncias, dejando en el aire el futuro de los estudiantes afectados.
Lo más aterrador del bullying no es solo la violencia en sí, sino el silencio que la permite. El silencio de una escuela que prefiere ocultar los casos para no afectar su prestigio. El silencio de las autoridades que se pasan la responsabilidad unas a otras sin actuar. El silencio de una sociedad que minimiza el sufrimiento infantil hasta que ocurre una tragedia.
Un niño que clava unas tijeras en la cabeza de su compañero no es solo un agresor, es también una víctima de un sistema que lo ignoró, que no le brindó la ayuda psicológica que necesitaba. Y un niño que sufre acoso diario sin recibir apoyo es una víctima de adultos que prefirieron mirar hacia otro lado.
El bullying no es un problema menor. Es una bomba de tiempo que, si no se desactiva con prevención, atención y justicia, tarde o temprano explotará de la peor manera. ¿Cuántos niños más deben ser heridos para que las autoridades actúen?