Japón atraviesa una 'crisis del arroz', un alimento básico de la dieta local que se ha encarecido un 90 % en el último año en el contexto de inflación generalizada y de especulación entre mayoristas a raíz de un episodio de compras de pánico tras una alerta sin precedentes de 'megaterremoto' en el archipiélago.
Para tratar de mantener a raya este fenómeno e intentar estabilizar los precios desbocados, el Ejecutivo nipón ha decidido liberar al mercado general 210.000 toneladas de la reserva nacional de arroz a partir de mediados de marzo, algo inédito hasta ahora.
El origen del problema se remonta a la decisión del propio Gobierno de emitir el verano pasado una alerta especial ante la creciente probabilidad de un terremoto a gran escala en la denominada fosa de Nankai, que hizo que los consumidores se precipitaran a abastecerse de arroz y dejaran las baldas de los comercios arrasadas durante semanas.
El inventario del sector privado cayó entonces a su nivel más bajo en un cuarto de siglo, debido a la ya de por sí fuerte demanda nacional y a un auge del turismo.
La escasez condujo a una subida de precios que las autoridades vaticinaron que amainaría cuando las existencias se repusieran con la cosecha de otoño, pero al episodio de pánico colectivo se sumó un agujero negro en las existencias de los principales distribuidores que ha disparado el valor del alimento hasta niveles récord.
Cosecha 'desaparecida'
Según el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca, en 2024 se cosecharon en Japón 6,79 millones de toneladas de arroz, 180.000 toneladas más que en el año previo, pero la cantidad adquirida por los distribuidores fue 210.000 toneladas inferior a la de 2023.
Se cree que las toneladas 'perdidas' han ido a parar a manos de especuladores, algunos ajenos al comercio de arroz hasta entonces, que han intentado aprovechar su escasez para inflar los precios.
Kunio Nishikawa, experto en política agrícola y profesor adjunto en la Universidad de Ibaraki, considera que cierto nivel de especulación es "inevitable", dado el interés que está generando la situación actual en el sector y su potencial económico.
Japón creó sus reservas nacionales de arroz en 1995 tras una escasez grave de arroz dos años antes por un verano inusualmente frío. Cada año, el Gobierno almacena unas 200.000 toneladas para asegurar existencias en caso de emergencia.
Tras mostrarse reticente a tocar estas provisiones en un primer momento, pues su uso venía reservándose a motivos ajenos al mercado, como los desastres naturales de 2011 y los terremotos de Kumamoto en 2016, el Ejecutivo revisó a principios de este año sus directrices para permitir esta puesta en circulación de sus reservas, a la que no se descarta que sigan otras.
Nishikawa considera que la medida tendrá cierto efecto en los precios, pero que el mercado se acomodará a medio y largo plazo, y el problema no se solucionará sin que haya suficiente oferta, por lo que cree que los agricultores incrementarán su producción este año.
Amenaza para la agricultura local
Este encarecimiento del arroz, que afecta principalmente al de producción nacional -con diferencia el más consumido en el país y pilar de la agricultura nipona-, ha generado un interés creciente por el arroz importado que amenaza al altamente protegido sector agrícola nipón.
Por primera vez en siete años, la totalidad del arroz importado por Japón en 2024 para alimentación básica, 100.000 toneladas procedentes de países como Estados Unidos, Tailandia y Pakistán, se adjudicó por licitación, y sólo en los nueve meses hasta diciembre, las importaciones del sector privado aumentaron en 468 toneladas, un centenar más que en todo el año 2023.
Ante los precios disparados, existe una tendencia creciente entre los comercios, especialmente los de la restauración, a usar arroz importado pese a sus elevados aranceles para cubrir la demanda en un país ya de por sí arrocero que, además, atraviesa un bum turístico.
Es el caso de las conocidas cadenas de restauración niponas Matsuya y Yoshinoya, o el grupo Colowide, que usa arroz importado de California en algunos de los locales de sus cadenas Gyu-kaku, On-yasai y Karubi Taisho.
La producción de ese arroz estadounidense es tres o cuatro veces más barata que en Japón, por lo que, de no existir los aranceles actuales, sería barato en el mercado nipón, explica Nishikawa.
Para el experto, el principal problema del aumento de las importaciones es que los consumidores japoneses han descubierto la existencia de una alternativa al arroz nacional.
"Si los precios del arroz siguen subiendo, las críticas a la actual política del Gobierno de restringir las importaciones podrían extenderse", señala Nishikawa.
Sobre las exportaciones de arroz japonés, que suponen un pequeño porcentaje con respecto a la producción pero encadenaron en 2024 su duodécimo año consecutivo de valor récord para las cuentas niponas (1,5 billones de yenes, unos 9.500 millones de euros), el experto cree que su incremente es algo positivo.
"Actualmente se siente la escasez en la oferta y demanda, pero a largo plazo el consumo de arroz está cayendo en unas 10 toneladas al año al menos, (...) por lo que el mercado nacional se está reduciendo. Las exportaciones permiten a los agricultores mantener sus producciones", señala el japonés.