Tachadas en muchas ocasiones de insensibles por no emocionarse ante los momentos tristes, las personas que padecen el síndrome de Sjögren no es que no lloren porque no quieran o no tengan sentimientos, es que, simplemente, no pueden. Esto se debe a una afección autoinmune crónica. Cuando alguien tiene una patología de este tipo, su sistema inmunitario ataca las glándulas que producen humedad en los ojos, la boca y otras partes del cuerpo, tal y como se detalla en la página de Medlineplus. Además de afectar a la boca y los ojos, también es posible que se tenga sequedad en otros órganos que precisan de sequedad como la nariz, la garganta y la piel. Asimismo, esta enfermedad puede atacar a otras partes del cuerpo, incluyendo articulaciones, pulmones, riñones, vasos sanguíneos, órganos digestivos y nervios.
Nuestro sistema inmunitario es el encargado de proteger al cuerpo de infecciones y enfermedades. Pero con una enfermedad autoinmune como es el síndrome de Sjögren, el cuerpo ataca tejidos y órganos sanos. El desencadenante sigue siendo un misterio, según apunta la Clínica Universidad de Navarra. A pesar de que los investigadores no saben a qué se debe, sí que creen que puede ser una combinación de factores genéticos y ambientales. Desde la Asociación Española de Sjögren se detalla que es una afección sistemática porque además de los síntomas de sequedad, esta patología puede afectar a cualquier órgano del cuerpo y producir una gran variedad de síntomas.
Es una dolencia crónica y tiene una progresión muy lenta a lo largo del tiempo. Es por ello que, puede pasar un periodo de hasta 10 años entre que empiezan a aparecer los síntomas y se da con el diagnóstico efectivo. En las mujeres, los indicios comienzan a salir sobre los 40, por lo que muchas veces se cree que forma parte del envejecimiento normal, como es el caso de la sequedad vaginal, que se atribuye a consecuencias de la menopausia. La tasa de incidencia en el género femenino es de 5 casos por 100.000 habitantes, por lo que se trata de una enfermedad poco frecuente. Es más común que aparezca en aquellas personas que ya tienen otras enfermedades autoinmunes como la artritis reumatodide y el lupus.
Síntomas del síndrome de Sjögren
Los dos síntomas principales de este síndrome, como leemos en portal de Mayo Clinic, son:
Ojos secos: es posible que ardan, piquen o se tenga la sensación de tener arena dentro.
Sequedad en la boca: una sensación como de tener la boca llena de algodón invadirá al paciente, lo que le dificultará acciones como tragar o hablar.
Otros indicios comunes:
Dolor articular, hinchazón y rigidez.
Inflamación de las glándulas salivales, sobre todo, las que se ubican debajo de la mandíbula y delante de las orejas.
Erupciones cutáneas o piel reseca.
Tos seca persistente.
Fatiga prolongada.
Cómo se diagnostica el síndrome de Sjögren
No hay una única prueba para diagnosticar el síndrome de Sjögren. Para determinar si alguien lo padece, el profesional de salud:
Revisará el historial médico y evaluará los síntomas.
Realizará un examen físico para detectar signos de boca seca y posibles enfermedades autoinmunes asociadas.
Podría ordenar diversas pruebas: entre ellas
Evaluaciones oculares para medir la producción de lágrimas y detectar posibles daños por sequedad.
Pruebas de las glándulas salivales para analizar la cantidad de saliva generada, que pueden incluir estudios de imagen y una biopsia.
Análisis de sangre.
La vida de Venus Williams con esta enfermedad
La siete veces ganadora del Grand Slam, considerada una de las mejores tenistas de todos los tiempos, Venus Williams, confesaba en una entrevista con Harpeer’s Bazaar el pasado septiembre, cómo había sido el proceso desde que le detectaron esta dolencia rara en 2011. La deportista explica que esta afección le puso aprueba de una manera que nunca antes había experimentado, siendo la fatiga extrema lo que más le había afectado. “Tenía todo tipo de síntomas, algo que fue muy difícil como atleta”, comentaba.
“Pasaron siete años antes de que me diagnosticaran la enfermedad. Fue un viaje mental porque no estaba alcanzando todo mi potencial y no sabía por qué”, continuaba. Cuando, finalmente, le explicaron qué era lo que tenía, sintió “un alivio”. “Fue como decir: ‘Oh, no estoy loca’”, añade. Un consuelo que duró poco, porque le costó aceptarlo. “Estoy acostumbrada a hacer lo que quiero, a trabajar duro y a mantenerme en forma. Darme cuenta de que no es algo que se pueda solucionar, de que ahora esta es tu vida... fue duro”, relataba.