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Ahora, el sueño es mexicano

Agencia Reforma | 26/01/2025 | 13:15

La Ciudad de México se perfila para convertirse en un punto de destino y ya no sólo de tránsito para las caravanas migrantes.
 
A seis años de que comenzaron los desplazamientos masivos que buscaban alcanzar la frontera con Estados Unidos, en la Capital se encuentran asentados tres campamentos y alrededor de 3 mil personas de esta población.
 
Y este sólo es el escenario a días de que se canceló el programa para pedir asilo en Estados Unidos y de que comenzaron las deportaciones masivas por parte de la Administración de Donald Trump.
 
Michelle Rodríguez, proveniente de Venezuela, tenía cita el 30 de enero en Matamoros para solicitar su ingreso legal a suelo estadunidense. La entrevista la había gestionado a través de la aplicación CBP One, que esta semana, a horas de que entró en funciones Trump, dejó de operar.
 
Luego de que la cita fue cancelada depositó sus esperanzas en la CDMX.
 
"Ni para volverse atrás, aquí llegamos y aquí nos quedamos, la Ciudad de México nos trata bien", contó la mujer quien duerme junto a sus tres hijos en un cuarto de Plaza de la Soledad, en la zona de La Merced.
 
Ahí, unas 500 personas, en su mayoría originarios de Venezuela, residen en unos 200 cuartos, de los cuales, por lo menos, 10 han sido convertidos en pequeñas tiendas y cocinas con venta de comida.
 
La pieza donde vive Rodríguez está construido con plásticos, cartón y madera. Tiene un foco y una parrilla eléctrica que alimentan desde los postes situados en dos parques públicos contiguos a la Iglesia de la Soledad, ambos ocupados por los grupos migrantes.
 
Los espacios en el asentamiento eran legados a personas recién llegadas cuando alguna familia viajaba a la frontera con Estados Unidos para acudir a la cita de CBP One.
 
Sin embargo, con la aplicación "desconectada" por el nuevo Gobierno de Estados Unidos, este ciclo terminó. Incluso, algunos de los migrantes que habían salido, regresaron a La Soledad.
 
"Teníamos cita el 30 de enero, habíamos comprado el ticket del vuelo para Matamoros, perdimos la entrevista, el dinero del avión", explicó Rodríguez, originaria del estado venezolano de Portuguesa y con familiares que sí lograron ingresar a Estados Unidos.
 
Henry y Eudi, ambos venezolanos menores de 30 años, lograron entrar a Estados Unidos en diciembre, pero de inmediato los deportaron.
 
"Pasamos, los agentes de la migra nos engañaron, nos dijeron ´bienvenidos´, nos subieron a una patrulla, nos dijeron que íbamos a un refugio, era para devolvernos, volvimos a La Soledad", contó Henrry.
 
Ahora, en la Ciudad buscan nuevas oportunidades.
 
"Abrimos una empresa, limpiamos vidrios de los coches", contó.
 
Una encuesta de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) refiere que el 49 por ciento de las personas que habitan en los campamentos dijo ver a México como su destino final, ya sea por voluntad propia o por no poder continuar hacia Estados Unidos.
 
Además, el 32 por ciento ha vivido en la Capital por más de seis meses.
"Esta idea de considerar a la Ciudad de México únicamente como un espacio de tránsito no es necesariamente el caso", destacó Alejandra Carrillo, de Acnur en CDMX.
 
De acuerdo con datos del Gobierno local, en la CDMX hay alrededor de 3 mil personas migrantes.
Carrillo señaló que algunas rechazan abandonar los campamentos, ya sea por ahorrar dinero o por haber formado ya redes de acompañamiento, laborales y comunitarias.
 
"Esto implica pues la necesidad de tener una respuesta humanitaria de corto plazo, más espacios en albergues y brindar asistencia humanitaria, pero también política pública y acompañamiento de todos los actores a mediano y largo plazo pensando en la necesidad de una integración local de estas personas", subrayó.
 
'...PERO TENEMOS UN TECHO'
 
Sobre un camellón de Eje Central, a unos pasos de la Central de Autobuses del Norte, viviendas fueron levantadas con cartones, maderas, bolsas de basura, retazos de tela y hasta lonas publicitarias.
 
Un tramo de unos 300 metros, alberga alrededor de 500 espacios, donde viven de dos a 10 personas en menos de 2 metros cuadrados, por lo que algunos deben dormir en el piso.
 
Ahí, varios han decidido ya quedarse en la Capital.
 
"Ya es el sueño mexicano", dijo una mujer, quien junto a otras consultaba en internet a dónde podría ir para tramitar asilo en México y poder inscribir a sus hijos en la escuela.
 
Los habitantes del pequeño asentamiento consideran que llevan una mejor vida que en sus países de origen, a pesar de vivir a un lado del paso constante de vehículos, de padecer las temperaturas extremas y de no tener sanitarios ni cerraduras en sus viviendas.
 
"Es mejor aquí, porque aquí, con lo poquito que te ganes, tú puedes comer, comerte un helado o salir; allá en Venezuela si te comes un helado, no te comes la comida y, sin embargo, con lo que trabajas aquí te sostienes. En Venezuela no", compartió Anthony, quien llegó a la Capital hace un año en compañía de su esposa y sus dos hijos.
 
A diario busca trabajo. Siempre es de manera informal debido a que no tiene documentación que le permita obtener algún contrato.
 
A veces espera a un costado del arroyo vehicular, en una de las sillas de plástico o de los asientos de coche que otros habitantes han ido dejando en el campamento. Hasta ahí llegan algunos empleadores, quienes buscan cargadores, plomeros o trabajadores eventuales.
 
"Aquí no estamos tan seguros ni tranquilos, pero tenemos como un techo", afirmó Anthony.
 
Su vecina, Ysneys, coincide en que quedarse en la CDMX es su mejor opción, pese a las dificultades.
 
"El campamento es un poquito -vamos a decirlo- rudo, porque acá nosotros no tenemos baños, el agua tenemos que comprarla, si no trabajamos es lo mismo, porque tenemos que trabajar para poder sobrevivir. Mientras que usted no se meta con nadie no se meten con ustedes, nos cuidamos uno con el otro, nos apoyamos uno con el otro", refirió.
 
Yoko es originaria de Venezuela. En los últimos días ha buscado la manera de quedarse en el País, aunque, subraya, existe poca orientación sobre cómo realizar los trámites.
 
"Yo me quiero quedar en México, no sé cómo voy a hacerle, pero me voy a quedar, estoy buscando yo mis alternativas yo misma por otros lados, preguntando, llamando, buscando por el internet, fundaciones, asociaciones. 
 
Nos afecta más estar aquí y que nadie venga a preocuparse (...), a preguntar cómo estamos, cómo nos sentimos, qué vamos a hacer o qué queremos. Pareciera que no existiéramos, a ellos les da igual, ah, pero entonces si te ven en la calle caminando y pasa la migración y te agarra", señala.
 
"Así no quieran quedarse, ¿cuál es la opción ahorita?, la única opción que tenemos es quedarnos en México".
 
Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, subrayó la necesidad de abrir albergues adecuados que garanticen condiciones dignas.
 
"Urge que esos campamentos sí desaparezcan ya, eso no es digno para las personas y sí generan muchos problemas también en estos vecindarios. Eso también genera círculos violentos a veces y de racismo", refirió.
 
En mayo de 2023, el Gobierno capitalino abrió un refugio migrante en el Bosque de Tláhuac, el cual llegó a contar con 400 espacios habilitados dentro de remolques y 4 mil más para casas de campaña. Sin embargo, siete meses más tarde fue cerrado, en medio de cuestionamientos por las condiciones de hacinamiento y la sobrepoblación que se registraban en el predio.
 
A unos metros de donde se ubicó el refugio, en Avenida Heberto Castillo algunos migrantes se establecieron y consiguieron trabajos informales.
Es el caso de Cantave, proveniente de Haití. Él gana hasta 350 pesos como franelero afuera del Hospital General del ISSSTE.
 
Para él, viajar a Estados Unidos queda descartado por el momento, sobre todo, porque este mes su pareja dio a luz en la CDMX.
 
"Yo quiero vivir aquí, mi hija (...) yo quiero sacar todo documento para buscar un trabajo, para trabajar normal, para ayudar a mi familia", explicó con el poco español que ha aprendido.
REFUGIOS: A TOPE
 
En diciembre pasado, el Gobierno capitalino aseguró que para marzo las personas migrantes de los campamentos serían reubicadas en espacios dignos, sin embargo, en los albergues administrados por organizaciones se opera al máximo de capacidad.
 
En la Casa del Migrante Arcángel Rafael en Iztapalapa, los encargados prevén la llegada de más personas en tránsito. Actualmente, se da techo a 195, pero algunas ya deben dormir en espacios como el comedor, ante la alta demanda.
 
Ahí, Amanda, originaria de Aragua, Venezuela, evalúa a dónde dirigirse con su bebé de un año y su esposo, luego de que se canceló la cita que les había asignado la aplicación CBP One en el norte del País.
 
Optó por no tomar el vuelo que tenía programado esta misma semana y por el que pagó 9 mil 332 pesos. La aerolínea le dijo que no podría cobrar un reembolso.
 
La mujer prevé quedarse hasta diciembre en la Capital antes de pensar en regresar a América del Sur; sin embargo, aún alberga la esperanza de que las autoridades de Estados Unidos cambien las restricciones que impusieron.
Aiber, su esposo, trabaja todo el día en un autolavado, donde de sumar propinas llega a ganar hasta 900 pesos.
 
Sin embargo, ellos descartan asentarse en la Ciudad, donde llevan tres meses, pues consideran que no lograrían alcanzar sus expectativas de vida.
"(En Venezuela) estaba la economía muy mal, o sea, ya no habían alimentos, no había medicina, no había educación, por ende mis papás nos sacaron del País, por un mejor futuro.
 
"Para los sueños y metas que nosotros queremos (...) ni siquiera esforzándonos, trabajando aquí (en la CDMX) nos daría para comprar todo lo que queremos allá (en EU)", contó Amanda.
 
En la Casa del Migrante, ubicada en la zona centro de Iztapalapa, los refugiados reciben distintos tipos de ayuda, desde psicológica, legal, servicios clínicos, medicinas, alimentos y también cuentan con dormitorios.
La mayoría son venezolanos, también hay colombianos, nicaragüenses, guatemaltecos, cubanos, peruanos y bolivianos.
 
En promedio esperan por tres meses, mientras tanto, deben ayudar en quehaceres, cocinar, realizar reparaciones de electricidad o acudir por alimentos que les donan en la Central de Abasto.
 
Durante el día, los hombres salen a trabajar en empleos temporales.
"Entonces, no pagan renta, hacen sus ahorros, algunos de aquí ya están mandando remesas a sus lugares de origen.
 
"Mucha gente está trabajando en la Central de Abasto, jornadas de 12 horas y, a veces, mal pagados, aún así la gente tiene su dinero y aún así va haciendo ahorros para mandar", comentó el padre Juan Luis Carbajal, director de la Casa.
 
'VENÍAMOS DE PASO, PERO LA SITUACIÓN CAMBIÓ'
 
A los costados de las vías de tren que cruzan la zona industrial de Vallejo, en la Alcaldía Gustavo A. Madero, un asentamiento más, con unas 300 casitas, fue improvisado con lonas y pedazos de madera.
 
Entre las viviendas, Jordan, originario de Colombia y quien llegó al campamento un año atrás, instaló una barbería para tener ingresos.
 
"Ha sido difícil, hemos salido adelante, no como queríamos pero de a poco va saliendo (...) uno venía aquí de paso pero la situación ha cambiado", recordó desde el sillón que rescató de la basura y que usa como sala de espera para sus clientes.
 
Cuando llegó a la Capital, buscaba obtener una cita para solicitar su entrada legal a Estados Unidos. Es posibilidad luce cada vez más remota.
 
"Yo esperé la cita para hacer las cosas bien hechas, pero ahora está complicado, no nos dieron cita, aquí seguimos esperando y ya no se puede subir, están con las deportaciones muy fuertes", añadió.
 
La convivencia de los habitantes del campamento con los vecinos de la zona resulta compleja. Las personas migrantes a veces reciben comida o ropa. Sin embargo, otros colonos no se sienten cómodos con la existencia del asentamiento.
 
"La gente que se toca el corazón nos ayuda y traen comida o ropa o nos ofrecen trabajo, ellos entienden la situación, pero hay personas inconformes también con nuestra presencia aquí, pero no entienden que los albergues para nosotros son como estar en reclusión", resaltó.
 
En julio del año pasado, vecinos de la Alcaldía Gustavo A. Madero pidieron a las autoridades la reubicación del asentamiento. A más de seis meses, la convivencia no parece haber mejorado.
 
Algunos vecinos, incluso, reconocieron portar armas, ante la percepción de inseguridad con la que viven.
 
"Sí hay derechos que se contraponen y por eso es importante que no haya este tipo de campamentos, o sea, que estén en lugares dignos, que estén en lugares ordenados, seguros", señaló Rendón.
 
El reto, agregó la experta en temas de migración, es la integración de quienes decidan quedarse en la CDMX.
 
"En lo que están aquí, pues que al menos estén de una forma adecuada. Que existan varias opciones, que sea realista el modelo que considere el empleo temporal y la estancia temporal dando más derechos y de alguna forma, pues generando obligaciones también para esas personas; una posible ya integración en México en la vida laboral y cotidiana a través del refugio o a través de otros mecanismos", enfatizó.
 
'LOS MANDARON A OTRO LADO'
 
En la Plaza Giordano Bruno de la Colonia Juárez, la convivencia entre vecinos y personas migrantes escaló a su punto más crítico.
 
Ubicada a unos metros de donde se encontraba la sede de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), la explanada y calles aledañas se convirtieron en uno de los asentamientos más grandes de la Capital, hasta que en junio pasado fue desalojada.
 
"Ya tiene rato que los quito el Gobierno, ya no los dejaron quedarse ahí en el parque", recordó un comerciante de la zona.
 
Semanas antes del retiro, en mayo, la oficina de la Comar había sido cerrada. Posteriormente, se abrió un despacho en la Alcaldía Iztapalapa.
 
El inmueble ahora está a cargo de la Oficina Territorial Juárez-San Rafael.
 
En tanto, la Plaza, ubicada en la Alcaldía Cuauhtémoc, fue sometida a trabajos de rehabilitación por parte de los vecinos.