La fiesta, aún no se termina. Y lo mejor del banquete, es lo que está por llegar.
Una vida en Dios, es como un banquete; pero esta fiesta, debe de ser permanente.
Por eso, no es bueno acabar con la fiesta antes de tiempo; porque, en la vida cristiana, el mejor vino, es el que se sirve al último.
Aunque, por ahora, es bueno saborear el vino de la esperanza.
No hay que beberse la vida de un solo trago, es decir, no acabemos con la fiesta en un instante.
No hay que dejar, que el amor se apague. Porque si éste termina, es como acabar con el vino, antes de terminar la fiesta.
Esto, aplica también en la vida matrimonial; porque, el matrimonio, debería ser una prolongada fiesta nupcial.
En cada día que pasa, es bueno encontrar el motivo para seguir amando.
Por desgracia, hay matrimonios que acaban con la fiesta antes de tiempo.
Y la dulzura de la vida matrimonial, se llega a disolver como el agua, es decir, va perdiendo su sabor, el color, y hasta el aroma.
Y así, es como concluye la fiesta. Porque se ha perdido el sabor de una vida en pareja.
La Virgen María, que siempre está atenta a la necesidad del hombre, busca como remediar ese mal; y, es por ella, que Cristo realizó el milagro de convertir el agua en vino.
El vino, en la tradición judía, simboliza la alegría, el gozo y la dulzura. Pero, hay momentos, en que todo esto se termina.
Algo así, sucedió en las bodas de Cana, lo dice el Evangelio: “…hubo una boda en Cana de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Cómo llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: Ya no tienen vino”. (Jn. 2).
Hay matrimonios, que acabaron con el vino; porque dieron fin a la dulzura de los primeros años, perdiendo la ilusión, pero ante todo, con el gozo de vivir en pareja.
Es entonces que necesitamos volver a Dios, con las tinajas de un agua insípida; para que el Señor le devuelva su sabor, su color y hasta el aroma, es decir, para que Dios le devuelva el sabor a nuestras vidas.
Volvamos a recuperar el encanto de vivir al lado de alguien.
Dejemos que el amor, encuentre en cada momento, un motivo para ser más grande.
Y así, decir con el Evangelio: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han venido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”. ( Jn.2).
El buen cristiano, no acaba con la fiesta en un instante; porque, vive de la espera, que endulza la vida presente; con la conciencia de que lo mejor, es lo que vendrá después.
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 2, 1-11
En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.
Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.