Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 22/12/2024 | 02:54
La fe, nos mueve a saltar de gozo, sabiendo que no estamos solos; no tenemos que enfrentar la vida en solitario, puesto que Dios está con nosotros.
No se pueden evitar las dificultades de la vida. Pero eso, no es motivo de sumergirse en la tristeza.
Nuestra alegría, no tiene por qué depender de lo que sucede afuera; es más importante, lo que creamos y pensemos, para poder ser felices.
Podrá faltarnos mucho, pero teniendo a Dios, ya lo tenemos todo.
Sin embargo, que indispensable es la virtud de creer; para tener la certeza, de que no estamos solos, haciendo frente a la realidad.
María, es un claro ejemplo de la mujer que vivió con alegría, gracias a la fuerza de su fe.
Le dijo el ángel Gabriel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
Que nuestras alegrías, no dependan de lo que nos está pasando, porque eso es pasajero.
Lo que nos hace ver el mundo con una sonrisa, es la certeza de saber, que siempre vamos a contar con Dios.
Y la fe, es la virtud que nos libra de nuestros temores, y nos hace salir de nosotros mismos, para entrar en comunión con el prójimo.
María, no se quedó encerrada, ni en su cuarto, ni en su vida; por el contrario, se apresuró a las montañas, para ir en ayuda de su prima Isabel.
Así, lo narra el Evangelio: “En aquellos días, María de encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”.(Lc.1,39).
El peso de los problemas, nos va robando ligereza, y eso, nos hace pesada la existencia.
El pesimismo, nos impide saltar de alegría. Y por pensar en nuestro agobio, ya no tenemos tiempo de pensar en el prójimo.
Felicidad es plenitud. Y no se puede estar completos, cuando está faltando la fe, y también la esperanza.
Aquello que le falta a la vida, está asegurado, cuando se vive en la esperanza. Y ésta, está motivada por la fe.
Ya que, sin fe, no es posible vivir plenamente.
Por eso, Isabel le dijo a María: “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuánto te fue anunciado de parte del Señor”. (Lc.1).
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del
Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».