Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 15/12/2024 | 03:25
A pesar del sinsabor, será posible vivir con alegría.
Alguien dijo: “Al mal tiempo, buena cara”. Aunque, no es fácil sonreírle a la desgracia.
Pero, con Dios es posible sostener una sonrisa, a pesar de las adversidades de la vida.
Para vivir alegres, hay que esforzarse; pero eso, no será posible sin contar con Dios.
Por eso, Dios nos ha mandado que vivamos amando, para que seamos felices, y recuperemos la alegría.
Hoy, dice San Pablo: “Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡Alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos”. (Flp. 4).
La verdadera alegría, es la que viene de lo alto.
Pero, no hay que confundir, alegría con emoción. Ésta, es motivada por algo externo; mientras que la alegría, emerge desde el interior, y es infundida por Dios.
Las emociones, llegan a ser una carga, pero la alegría es virtud que aligera.
Por eso, decía San Agustín: “No estando lleno de ti, soy una carga para mí”. (Conf.).
Y, para vivir alegres, tendríamos que preguntar: “¿Qué debemos hacer?”. (Lc. 3). Ésta, es la pregunta, que le hicieron a Juan el Bautista.
Porque, el hombre nace ignorando, y muere sin saber; por tanto, siempre se pregunta: qué es lo que tiene que hacer, para vivir mejor.
La respuesta que aligera la carga y devuelve la sonrisa, consiste en compartir la vida con alguien.
Dijo Juan el Bautista: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quién tenga comida, que haga lo mismo”. (Lc.3).
La vida se aligera, cuando ésta se comparte.
El mismo San Pablo, ha dicho: “…que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor alegría hay en dar que en recibir”. (Hch.20,35).
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.