La ciudad de Tokio planea ofrecer guarderías gratuitas para niños en edad preescolar a partir de septiembre, como parte de los esfuerzos por promover la natalidad en Japón, anunció la gobernadora local.
La medida apunta a reducir la carga financiera para las familias al extender al primogénito la actual política de guardería gratuita para el segundo hijo y los siguientes.
Muchos países en desarrollo enfrentan bajas tasas de natalidad, pero el problema es especialmente grave en Japón, cuya población ha estado en declive durante años.
"Japón vive una crisis por el declive en la cantidad de niños", declaró la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, al anunciar el plan esta semana.
"No hay tiempo que perder" para abordar el problema, sostuvo, al citar las advertencias del primer ministro y otras autoridades sobre una inminente crisis demográfica.
La prensa japonesa dice que la medida en Tokio, una de las mayores ciudades del mundo con 14 millones de habitantes, es la primera en su tipo a nivel regional en el país.
Koike dijo semanas atrás que pretende establecer una opción de semana laboral de cuatro días para el personal gubernamental de Tokio, como una forma de promover la paternidad.
Japón tiene la segunda población más envejecida del mundo, después de Mónaco, y enfrenta crecientes carencias de mano de obra debido a sus estrictas reglas migratorias.
Koike, una exministra y expresentadora de televisión, ha gobernado Tokio desde 2016.
La crisis de natalidad en Japón es un fenómeno multifacético con raíces profundas en aspectos económicos, sociales y culturales. El país enfrenta una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo, con un índice de 1.34 nacimientos por mujer en 2021, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2.1. Esto ha generado preocupaciones sobre el envejecimiento de la población y sus implicaciones económicas y sociales.
El alto costo de la vida en Japón, especialmente en áreas urbanas, disuade a muchas parejas de tener hijos. La vivienda, la educación y el cuidado infantil son prohibitivamente caros, lo que limita las posibilidades de formar familias numerosas. Además, las largas jornadas laborales y la falta de políticas laborales flexibles dificultan equilibrar trabajo y vida familiar.
Japón también experimenta un cambio cultural hacia una menor valoración de la maternidad y el matrimonio. La independencia económica de las mujeres y la preferencia por carreras profesionales han llevado a un aumento en la edad promedio al casarse y tener hijos.
Además, muchas personas optan por no casarse ni tener descendencia, influenciadas por un cambio en las prioridades personales y una menor presión social para formar familias.
El envejecimiento de la población agrava el problema, ya que un número reducido de personas en edad reproductiva genera menos nacimientos. Esto crea un círculo vicioso en el que el envejecimiento poblacional y la baja natalidad se refuerzan mutuamente.
A pesar de los esfuerzos del gobierno japonés, como subsidios para el cuidado infantil y permisos parentales más generosos, los resultados han sido limitados. La persistencia de barreras económicas y sociales ha dificultado revertir la tendencia.