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¿Qué comían los Romanos?

Ana Paola Dávila | 01/11/2024 | 08:28

Con la emocionante llegada de la famosa secuela “Gladiador II”, los potosinos corren al  cine a juzgar por sí mismos si la película es tan buena como dicen o si se queda corta  al lado de la icónica actuación de Russell Crowe.

En medio de batallas y sangre derrochada, algo que me llama la atención es el detalle en la escenografía, especialmente en la comida. Desde el banquete extravagante hasta el té que Lucila toma, estos elementos contribuyen a hacer tangible una película  inspirada en una época de abundancia y pobreza.

Una época que no solo moldeó la historia en términos de sistemas políticos, arquitectónicos y legales que aún perduran, sino que también dejó una huella indeleble en la forma en que el mundo percibe y disfruta la comida. Los romanos tenían un enfoque único hacia la gastronomía: una mezcla de pragmatismo, lujo y diversidad cultural que estableció las bases de las cocinas europeas y, por extensión, del mundo entero. 

La alimentación en Roma variaba ampliamente según la clase social. En las primeras etapas de la República, la dieta romana era sencilla y basada en alimentos locales como cereales, legumbres y frutas, reflejando una cultura agraria austera. Sin embargo, con la expansión del imperio y la llegada de la opulencia, la comida evolucionó para convertirse en un símbolo de estatus. 

El trigo era el pilar de la dieta romana, y su importancia era tan grande que los emperadores a menudo distribuían pan gratis (El famoso "panem et circenses", que se traduce como "pan y circo" para el pueblo) para mantener la estabilidad social, algo que vemos reflejado en “Gladiador I” cuando se lanzan hogazas de pan al público dentro del Coliseo.

En contraste, las clases altas disfrutaban de panes más refinados, hechos con harina blanca, y acompañados de aceite de oliva, miel y quesos. Este enfoque hacia el pan  marcó la importancia de los cereales en las culturas posteriores, especialmente en Europa, donde el pan se consolidó como alimento básico.

Los romanos, con su amor por los condimentos, usaban hierbas frescas como el tomillo, el orégano y el cilantro para realzar sus platos, un hábito que se extendió por toda Europa y que sigue siendo parte esencial de las cocinas mediterráneas.

La carne era considerada un lujo reservado para los banquetes de las élites. El cerdo era la carne favorita, y se preparaba de formas sofisticadas, como salazones o embutidos, que se convirtieron en precursores de los jamones y embutidos modernos.

El pescado, en cambio, era más accesible, y se consumía tanto fresco como conservado en sal. Uno de los productos más emblemáticos de la gastronomía romana era el garum, una salsa de pescado fermentado que se utilizaba como condimento en prácticamente todo.

En las clases altas, los banquetes no solo eran una muestra de riqueza, sino también de poder cultural. Los anfitriones competían por servir platos exóticos y extravagantes, como lenguas de flamenco, pavos reales asados y elaborados pasteles de miel.

Estos banquetes introdujeron la idea de la comida como espectáculo, algo que inspiró las futuras tradiciones de alta cocina en Europa. De hecho, muchas de las técnicas y preparaciones romanas, como el uso de salsas complejas, influenciaron directamente a la cocina francesa e italiana.

El impacto de la comida romana no se limitó a Europa. A medida que los imperios europeos se expandieron siglos después, llevaron consigo las bases de la cocina romana. La triada mediterránea —trigo, vino y aceite de oliva— se difundió al Nuevo Mundo, marcando el inicio de la globalización gastronómica.

Además, la organización de mercados y sistemas de distribución de alimentos en Roma inspiraron los modelos de comercio y logística que sustentan las economías alimentarias modernas.

Uno de los legados más significativos de la gastronomía romana es la idea de la comida como experiencia social. La práctica de compartir alimentos en un convivium (banquete persiste en la cultura occidental a través de cenas familiares, celebraciones festivas y eventos comunitarios.

Así, la comida en el Imperio Romano no solo alimentó a una civilización, sino que sembró las semillas de tradiciones y valores culinarios que siguen vigentes. Desde la importancia del pan hasta la sofisticación de las salsas y la diversidad ingredientes, los romanos crearon un legado que marcó profundamente la historia de la gastronomía mundial y, por ende, sigue resonando incluso en las representaciones cinematográficas de su época.